Paco Cabrera y Pepe González |
Y el testimonio es también de otro miembro de la Parroquia, Pepe González, maestro:
En primer lugar decir que llevo 34 años de maestro. Comencé a ejercer mi profesión gracias a un programa de alfabetización de adultos en Málaga donde tenía alumnos de muy diferentes edades desde 20 hasta más de 60 años. Posteriormente fui profesor de 7º y 8º de E.G.B. y de 1º y 2º de E.S.O. durante 28 años en Vva de Córdoba. En los cinco últimos años he trabajado con niños de Educación Primaria en el Colegio Público Virgen de Luna de Pozoblanco.
La escuela pública actual es un fiel reflejo de la sociedad en que vivimos. En ella nos encontramos con una multiculturalidad, yo en clase tengo un alumno marroquí, otro rumano y otro chino. Otros compañeros los tienen de otras nacionalidades. También se da en la sociedad unas plurireligiosidad, en mis clases hay un alumno musulmán, otro evangélico, otros ateos y cada vez menos cristianos. Por otra parte, tenemos alumnos que proceden de familias desestructuradas con padres separados o divorciados, alumnos que viven con sólo su padre o su madre, con los abuelos. Niños que dicen tener dos madres o que no saben cual es su padre, etc. Como digo reflejo de la sociedad en que vivimos.
Pero resumiría mi experiencia docente diciendo que hay un lenguaje que todos los alumnos entienden y este es el del amor. Y este amor se concretiza en la acogida, en el seguimiento, el respeto, la comprensión, la paciencia, el perdón, la escucha, la atención y la dedicación especialmente a aquellos alumnos que más lo necesitan, los que tienen más dificultades en su aprendizaje.
Cuando comencé a trabajar en la enseñanza mi mayor interés era dar clase de religión, no me importaba impartir sólo esta materia, incluso realicé un curso de capacitación para impartirlas en el primer ciclo de la ESO, pues mi especialidad era Geografía e Historia.
Recuerdo que en una reunión como ésta de profesores católicos con el entonces obispo de Córdoba, D Javier, éste nos manifestó que no se trataba de que todos los maestros católicos impartiéramos clase de religión en los centros públicos sino, fundamentalmente, que viviéramos nuestra fe y trasmitiéramos los valores evangélicos allí donde nos encontrásemos. Que lo importante es que, enseñando Matemáticas, Lengua, Sociales u otra materia, fuéramos un referente para nuestros alumnos. Y esto es lo que yo he tratado de vivir, con la gracia de Dios, durante estos 34 años.
Como dice el Santo Padre, referido a las relaciones padres-hijos, pero que también es válido para las relaciones maestros-alumnos, se trata en primer lugar de vivir fielmente y con verdad lo que se cree y se enseña. En segundo lugar la cercanía con nuestros alumnos, somos “padres” durante cinco horas al día de nuestros alumnos. Y por último estar dispuestos a dar la vida: nuestro tiempo, comodidad, descanso, incluso nuestros proyectos
Es misión nuestra, más aún si pretendemos ser docentes cristianos enseñarles a vivir, a crecer y a desarrollarse como personas libres. Como dijo hace tiempo el Santo Padre S. Juan Pablo II la Iglesia necesita más de testigos que de maestros, en el sentido de personas que vivan los valores evangélicos en todos los lugares donde se encuentren más que de enseñar una doctrina.
Otra de mis mayores experiencias en estos años ha sido la de que, como “de lo que rebosa el corazón habla la boca”, muchas veces en clase me sale comentar algún hecho de la vida de Jesús, sobre los Evangelios o sobre la Biblia en general. Cuando luego lo pienso me digo que cualquier día se me presenta algún padre y me monta la mundial. Pero lo curioso es que esto hasta ahora nunca ha ocurrido, todo lo contrario, siempre que he tenido la oportunidad de hablar con los padres de mis alumnos, estos me han manifestado estar de acuerdo y agradecidos por trasmitir estos valores a sus hijos.
Para concluir, quisiera acabar con unas palabras que el Santo Padre dirigió a los profesores católicos en un encuentro que tuvo en Roma: den “un sentido a la escuela, al estudio y a la cultura, sin reducir todo a la sola trasmisión de conciencias técnicas, sino apuntando a construir una relación educativa con cada alumno que debe sentirse acogido y amado por aquello que es, con todas sus limitaciones y sus potenciales”
Y hablando de San Juan Bosco aseguró el Santo Padre, que se trata de un modelo al “que pueden mirar también ustedes, profesores cristianos, para animar desde el interior una escuela que, independientemente de que su gestión sea estatal o no, tiene necesidad de educadores creíbles y de testimonios de una humanidad madura y completa”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario