PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

sábado, 18 de agosto de 2018

Con Juan José López Misas, psicólogo de familia y responsable de la catequesis prematrimonial de la Parroquia

Por su interés, y pensando en todos los que se están preparando para el matrimonio,volvemos a publicar una parte de la entrevista hecha hace un año a Juan José López Misas (Juanjo).

A todos nos importa la familia, porque es el motor de nuestra sociedad y cumple un rol fundamental en la formación de la persona... Y es el mejor lugar donde se puede recibir y crecer en la fe.

Juanjo, eres padre de familia numerosa, catequista  de novios de la Parroquia, colaborador en la pastoral familiar, psicólogo de familia… ¿de dónde te viene este gran interés por la familia?

Es  verdad. La familia es un tema que me entusiasma y creo que este interés ha ido creciendo dentro de mi poco a poco en el seno de la Iglesia y a través del Master de Pastoral familiar del Instituto Juan Pablo II he descubierto una forma de entender al hombre bellísima. Los sufrimientos, necesidades, búsquedas, los significados de la vida de cada ser humano no se pueden comprender si no se conoce la casa en la que se ha criado, los valores que ha recibido, quién le ha enseñado a pensar, cómo ha sido amado o qué relaciones ha forjado.

Una de las grandes alegrías de la vida es tener una familia sólida y eso hay que trabajarlo. ¿Cómo? Muchos están muy perdidos en este tema.

Cuando preguntamos a las personas que nos digan cuáles son las cosas más importantes en su vida, normalmente indican que la familia está entre los primeros puestos del ranking. Se trata de un valor claro para muchas personas.
Lógicamente si algo es valioso para uno, está claro que tenderá a cuidarlo. Cuidar el valor de la familia debe traducirse sin lugar a dudas en dedicar tiempo, energía y dinero  a la misma. Para mí esto es un criterio elemental para cuidar la familia. El padre que desea educar a sus hijos se las ingeniará para pasar tiempo con ellos. El matrimonio trabajará los detalles, los hábitos y sus agendas para cuidar su relación. Cada uno hará pequeños sacrificios por salvaguardar el bien que supone la familia. Realmente perdonar, pasar tiempo juntos, hablarse con respeto, establecer límites con la familia extensa, entregarse en la sexualidad, ponerse de acuerdo constantemente etc… son acciones que requieren de voluntad, creatividad e inteligencia.
Otro elemento clave es alimentar la fe. La familia que descubre que Dios les ama y los sostiene, trabaja por estar cerca de esta fuente de amor y perdón.

Según tu experiencia, ¿actualmente cuáles son los motivos más comunes del conflicto familiar?

Los problemas relacionados con la educación y el comportamiento de los hijos suelen ser un motivo de consulta bastante frecuente. La conducta del hijo suele ser un síntoma de que algo no funciona bien en el sistema familiar.
No obstante, los problemas en las familias no suelen venir de golpe ni se deben a una sola causa. Es frecuente ver que los problemas de rebeldía de los hijos se han ido tejiendo poco a poco, que las grandes infidelidades de los matrimonios se han alimentado con muchas pequeñas deslealtades, que la distancia emocional se genera creando agendas paralelas, etc.
Por otra parte, es normal que cada familia esté sometida a  tensiones frecuentemente (trabajo, economía, salud, prisas, compromisos, responsabilidades con familia política…). La cuestión es si la familia tiene recursos para hacerles frente. Es ahí donde cada uno podemos trabajar cada día.

¿Cómo distinguir en estos tiempos lo que es una mala racha del estado de ánimo de un verdadero problema que requiere de ayuda psicológica?

Las parejas realizamos una evolución en nuestra relación. Eso quiere decir que vamos atravesando etapas. Diferentes hitos nos obligan a adaptarnos.
Cuando estamos recién casados debemos adaptarnos a la convivencia, al manejo de finanzas, la relación con la familia política, los hábitos o los horarios. Cuando llegan los hijos, los cambios en el trabajo,  el deterioro en la salud, los hijos adolescentes, el cuidado de los abuelos, el nido vacío. Son transiciones y cada una supone una adaptación que puede ser más o menos dramática. 
Lo que nos dará la pauta de la gravedad será la frecuencia, intensidad y repercusión de los conflictos o la distancia emocional. 

Los divorcios han aumentado notablemente, según tú ¿a qué se debe?

Está claro que los valores sociales han cambiado. Hace unas décadas, casarse y formar una familia era un objetivo vital crucial. Hoy no. Por otro lado, el matrimonio ha dejado de percibirse como un vínculo sagrado. Hoy se contempla como un contrato privado. Además, la ley facilita mucho la ruptura.
Podríamos mencionar muchos cambios culturales: la dictadura del relativismo, la exaltación del individualismo, el hedonismo o el utilitarismo por ejemplo. Pero a mí me gustaría resaltar un aspecto que me encuentro con frecuencia en la consulta. Muchas personas valoran su relación en base a los sentimientos que le produce. Digamos que existe una primacía de los sentimientos sobre otras consideraciones. Muchas personas concluyen: “Si no estoy enamorado, mi relación no merece la pena” “No tengo claro mis sentimientos”, “Ya no siento lo mismo”.
Es cierto que amar tiene que ver con sentir, pero sobre todo amar implica a la voluntad, a la inteligencia y a la creatividad como he dicho antes. 
El fundamento para muchas personas es solo el bienestar emocional. Es frecuente observa que muchas personas en un ambiente propicio se dejan llevar por lo que le dictan los sentimientos. 

¿Crees que la naturaleza humana tiende a la infidelidad o es algo de nuestro tiempo?

Indudablemente el ser humano es débil. Creo que la infidelidad ha estado presente en todas las épocas. Pero en nuestra época la infidelidad se ha divulgado a través de la tele y el cine revestida de romanticismo y aventura. Además, se ha justificado apelando a los sentimientos. Por otra parte, la propagación de los medios anticonceptivos que han separado la relación sexual de sus consecuencias y la presentación del compromiso matrimonial como un corsé  a la libertad individual han promovido que la práctica de la infidelidad no esté tan mal vista.

Quedan secuelas en la persona engañada, ¿también en el que engaña?

La persona engañada sufre mucho. Normalmente se vive como una traición. Muy difícil de perdonar. En ese momento, junto a la rabia, la indignación y los deseos de venganza se asocian los sentimientos de culpa, de inutilidad, de desesperanza: “es que no sirvo”; “¿qué he hecho mal?”. También hay sentimientos de pérdida y la autoestima suele verse menoscabada. 
La persona que ha sido infiel y busca el perdón sufre también mucho. Percibe que realiza esfuerzos para  recobrar la confianza pero su pareja tiene muchos problemas para poder fiarse de él. Esto puede generar desesperanza y desmotivación que pueden ser mal interpretados por el otro.
Realmente ambos necesitan ayuda, aunque es frecuente encontrar a personas que se embarcan en un plan de marketing para dañar la imagen del otro, justificar su postura y anestesiar su conciencia. 

¿Qué hay que hacer ante una situación de crisis conyugal?

Lo primero evitar la precipitación. Dice de San Ignacio “en tiempos de tribulación, no hacer mudanza”.
En segundo lugar, pedir ayuda. Es bueno mirar en nuestro entorno y buscar a las personas que no se dejen llevar por el calor del momento y estén dispuestas a ayudar a la pareja a superar sus problemas. Así mismo podemos buscar la ayuda de un profesional que nos ayude a comprender porque se ha deteriorado la relación y qué hábitos podemos retomar para reconducir la situación
En tercer lugar objetivizar el problema. Conviene descubrir en el seno de la relación cuál es el problema concreto al que nos enfrentamos. Solo así lo convertiremos en manejable. Para esto es bueno dejarse ayudar por un consultor. 
A partir de un análisis honesto, realista y templado de la situación podremos descubrir los cambios que podemos introducir en nuestra forma de relacionarnos.

Pascal decía que “la desgracia descubre al alma luces que la prosperidad no llega a percibir”. ¿Necesitamos de la adversidad para llevar a cabo cambios auténticos y profundos en nuestras vidas?

Ciertamente creo que tenemos una tendencia a instalarnos en nuestra zona de confort. Es ese estado en el que estamos cómodos aunque reconozcamos muchas quejas sobre nosotros, nuestra familia, nuestro trabajo.  Tenemos una tendencia al status quo.
Los problemas, las desavenencias, las crisis nos interpelan y nos invitan a crecer, a evolucionar. La cuestión es si, como dice el evangelio, hemos construido nuestra casa, nuestra vida o nuestra familia sobre la “Roca” que indudablemente es Jesucristo.

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