Últimamente es muy frecuente escuchar, ante la muerte de un ser querido: "bueno, lo importante es que no sufrió mucho" o “no sufrió nada”. O peor aún: "ni se enteró". Madre mía… que pena.
La muerte es la culminación de la vida terrena, es el fin de esta peregrinación. Es evidente que, en nuestros días, uno de los grandes valores es evitar el sufrimiento a toda costa. No sufrir nada. En otras épocas el consuelo frente a la muerte era algo más noble, más digno, grande, generoso: murió como un valiente, murió con las botas puestas, peleó como un jabato, cumplió su misión, ya está con el Señor…. murió rodeado de los suyos, dejando una familia amplia y feliz… Claro, detrás de esto hay una visión más rica de la vida y de la muerte, al servicio de algo grande.
Yo me quedo con esta conocida coplilla:
La ciencia más acabada
es que el hombre en gracia Dios acabe,
pues al fin de la jornada,
aquél que se salva, sabe,
y el que no, no sabe nada.
En esta vida emprestada,
el bien obrar es la llave,
aquel que se salva sabe;
el otro no sabe nada
No puedo estar más de acuerdo. Por fin alguien lo dice. ¿No queremos sufrir las penas de este mundo, y vamos a ser capaces de soportar las penas del purgatorio? Los católicos muchas veces olvidamos el valor del sufrimiento, las cruces son gracias que Dios nos envía para probarnos, y no hay sufrimiento inútil si se ofrece al Señor. Jesús podría haber acortado su agonía, ¡pero no lo hizo!
ResponderEliminarMuy bueno el comentario, todos deberíamos pensar en nuestra próxima vida e ir preparándonos poco a poco.
ResponderEliminarDe quien es esacoplilla?
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