PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

lunes, 30 de octubre de 2017

Había una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar...

Ayer, con la Cofradía del Perpetuo Socorro
Dicen que tocar la chepa de un jorobado trae suerte. Pero no creo que a ningún jorobado le haga mucha gracia que le acaricien la joroba. Salvo que cobren por ello, claro… Pero lo normal es que una persona que camina encorvada se alegre de recobrar la verticalidad.

San Lucas dice que Jesús la llamó y le dijo: –«Mujer, quedas libre de tu enfermedad». Jesús la llamó, y ella acudió a su llamada.

Muchos andan encorvados, con los ojos en tierra, sin mirar jamás al Cielo. Y cuando Jesús, a través de un amigo o un enviado, los llama, se dan la vuelta y dicen que no necesitan que nadie los salve. Y allí siguen con la joroba...

La mujer encorvada al enderezarse pudo mirar al cielo y su mirada se encontró con la de Jesús que la contemplaba con gozo. Poco le importarían las críticas de los fariseos…

Muchos pasan la vida entera mirando a la tierra, atados por la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida (1 Juan 2, 16). La fe nos capacita para mirar a Dios. El cristiano adquiere una gran luz cuando tiene el hábito de referir a Dios todas las cosas que le sucede, grandes o pequeños, de su vida corriente.


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