Una de las imágenes muy frecuentes en el Antiguo Testamento, para hablar de la relación de Dios con su pueblo, es la de Buen Pastor. Por eso la frase de Jesús en el evangelio de San Juan: “Yo soy el buen pastor, y conozco mis ovejas y las mías me conocen”, nos está recordando el tipo de vínculo personal que quiere establecer con cada uno de nosotros. Una relación de conocimiento y amor mutuo, y esto supone libertad. Es decir, que yo no soy uno más en una masa aborregada y anónima. La gran experiencia del cristiano es que el Señor “me conoce y me llama por mi nombre”, y que da su vida “por mí”, y yo tengo que saber reconocer su voz, su palabra.
No se puede ser cristiano sin amar a Cristo, desear seguir a Cristo, adorar a Cristo. Teóricamente todos estamos de acuerdo con esto. Sin embargo, en la práctica, tenemos la tentación de hacer un Cristo a nuestra medida, que se ajusta a los tiempos, a la moda, a la mentalidad dominante…
Decía Chesterton: "Sólo la Iglesia Católica puede salvar al hombre de la destructora y humillante esclavitud de ser hijo de su tiempo…" Es decir, salvarnos del relativismo y de modas pasajera que mueren nada más nacer, y que -según el decir de Chesterton- somete al hombre a la humillante esclavitud de ser hijo de su tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario