PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

lunes, 30 de enero de 2017

Siendo la Eucaristía el milagro más grande que uno pudiera soñar, está misteriosamente revestida de «normalidad». No hay rayos, ni efectos de luces, ni levitaciones, ni resplandores que manan del sagrario. Hasta tal punto es así, que necesitamos adornar y embellecer cuanto rodea a la Eucaristía para resaltar su carácter sobrenatural. Si no hubiera una hermosa custodia o un sagrario más o menos elegante, la sagrada Hostia pasaría perfectamente inadvertida ¡Es tan “poquita cosa”! Lo mismo sucede con la Humanidad santísima de Cristo. Comía, bebía, reía, dormía, y, si se ensuciaba, se tenía que limpiar. Como todo el mundo. Y nosotros que buscamos lo extraordinario: milagros, apariciones, exorcismos, revelaciones… Cuanto más estrafalario sea el fenómeno, mayor fervor alcanzan. Dios baja del Cielo ante las palabras de la Consagración, y entra en nuestro cuerpo sin hacer ruido alguno cada día. Nunca nos aburra esta divina normalidad, este modo de ser de Dios.



No hay comentarios:

Publicar un comentario