La vida cristiana está siempre llamada a la esperanza, aún en
tiempos tan agudos como los que vivimos, donde la propuesta de poner la
confianza en algunos jovenes parece una utopía o una ingenuidad. San Juan Bosco
decía: "No hay jóvenes malos, hay jóvenes que no saben que pueden ser
santos y alguien tiene que decírselos".
Don Bosco no trabajó con niños bien educados de hogares
estables; sino que salió al encuentro de los niños de la calle, jóvenes
sumergidos en la delincuencia y los vicios, y en esto Dios siempre lo acompañó.
Uno de los frutos de su misión fue tener, entre los suyos, a un niño que llegó
a ser un gran Santo y modelo para la juventud: Domingo Savio. Quien escribiría en el
día de su primera comunión: "prefiero morir antes que pecar".
En la vida de San Juan Bosco se narran 159 sueños,
que fueron comprendidos más tarde por él mismo como revelaciones, debido a que,
con el tiempo, algunos de ellos se cumplían. En una de sus visiones él narra:
“Vi que
una gran barca (la Iglesia) navegaba en un mar tempestuoso piloteada por el
Romano Pontífice, y a su alrededor muchísimas navecillas pequeñas (los
cristianos). De pronto aparecieron un sinnúmero de naves enemigas armadas de
cañones (el ateísmo, la corrupción, la incredulidad, el secularismo, etc.,
etc.) y empezó una tremenda batalla. A los cañones enemigos se unen las olas
violentas y el viento tempestuoso. Las naves enemigas cercan y rodean
completamente a la Nave Grande de la Iglesia y a todas las navecillas pequeñas
de los cristianos. Y cuando ya el ataque es tan pavoroso que todo parece
perdido, emergen desde el fondo del mar dos inmensas y poderosas columnas (o
pilares). Sobre la primera columna está la Sagrada Eucaristía, y sobre la otra
la imagen de la Virgen Santísima. La nave del Papa y las navecillas de los
cristianos se acercan a los dos pilares y asegurándose de ellos ya no tienen
peligro de hundirse. Luego, desde las dos columnas sale un viento fortísimo que
aleja o hunde a las naves enemigas, y en cambio a las naves amigas les arregla
todos sus daños.
Una
gran enseñanza en este
sueño de San Juan Bosco: La
fuerza de la Eucaristía (Cristo
mismo) y la intercesión de María.
Indispensables para vivir la vida cristiana.
Que San Juan Bosco nos inspire en nuestro trato y trabajo con
los niños y jóvenes.
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