PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

jueves, 29 de enero de 2015

Imágenes y explicación de las pinturas bendecidas por el Obispo


El obispo bendice las pinturas
   En la sala principal, a modo de catequesis, del Catecumenium de la Parroquia están representados tres de los misterios más importantes de nuestra salvación: la muerte de Jesús en la cruz, la Deesis (intercesión), y la Resurrección. Una gran pintura de 35 m².
   Las pinturas murales, en su conjunto, anuncian lo que se trasmite en la predicación: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, Ven, Señor Jesús, como decimos en cada Eucaristía después de la consagración.
   En el centro de la composición, presidiendo toda la sala, la imagen de Jesús Pantocrátor, en su segunda venida, cuando vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos.

Sobre la sede presidencial se encuentra Cristo Pantocrátor  o El Omnipotente, que viene al fin de los tiempos en la gloria de su divinidad a juzgar la tierra.
Otro momento de la bendición
  El icono desvela la verdad de la potencia de Dios que estaba escondida bajo la apariencia (spoglie) mortal de Cristo. En las manos y los pies se ven las llagas de la crucifixión y de la humillación que padeció por amor a nosotros. Él es el Hijo del Hombre anunciado por las escrituras, que despreciado y burlado en su primera venida al mundo, viene ahora en su segunda venida como juez justo para juzgar a vivos y muertos: “entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo de Hombre y se golpearan el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del Hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. Él mandará a sus ángeles con una gran trompeta y reunirá a todos sus elegidos de los cuatro vientos, de un extremo al otro de los cielos”. (Mt.24, 30-31).
   En su mano izquierda tiene el Libro de la Vida, en el que se lee: “Amad a vuestros enemigos” (Mt.5, 44), estas palabras son el corazón de la Nueva Alianza e imagen del hombre nuevo.
Efectivamente Jesús, es al mismo tiempo la imagen de Dios y del Hombre. En Él  vencedor de la muerte y Señor de todo lo que esclaviza al hombre, estas palabras son ahora realizables en nuestra vida, y por lo que concierne a  ellas seremos juzgados.
En la página derecha del Libro de la Vida se lee: “Vengo pronto” (Ap.22, 20). Son palabras de ánimo, una invitación a la perseverancia, para mantener firme nuestra fe.


Bajo la imagen del Cristo Pantocrátor, durante las celebraciones está el presbítero, icono viviente de Cristo.
La centralidad   de la imagen  desvela también la orientación de la historia hacia su punto conclusivo: el encuentro con Cristo que viene. Nuestro mundo tiende a un fin, no de derrota y de vacío, sino de plenitud de vida en Dios.
El Cristo Pantocrátor converge sobre sí todo el ciclo pictórico. Es el centro de toda la composición. Por eso su figura deteniendo primero su mirada, sobresale sobre  el fondo de oro y parece que viene al encuentro del que entra en la Sala y nos hace participes de su transfiguración final y victoriosa como lo expresan sus vestiduras blancas, signo de su divinidad.
         Cristo con la mano derecha bendice. Su cuerpo está inscrito en las tres esferas cósmicas. La primera esfera es azul y representa la tierra. La segunda esfera es negra y representa la muerte que circunda la tierra. La tercera esfera es azul celeste que representa el Cielo. En el centro la figura de Cristo rompe el cerco de la muerte y une la tierra con el cielo. Los cuatro ángulos laterales rojos son imagen de los evangelistas que anuncian y preparan la segunda venida de Cristo al mundo.


         A la izquierda está Cristo que desde la cruz, antes de morir, dirigiéndose a María le dice: “Mujer he ahí a tu hijo” y al discípulo: “He ahí a tu madre” (Jn.19, 26-27). La cruz es el árbol de la vida plantado en el Calvario. El Hijo de Dios se presenta al Padre como el Hijo del Hombre: “Ecce Homo” (Jn.19, 5). La divinidad se eclipsa. El Dios-hombre se identifica con el primer Adán, pero el “Nuevo Adán” será obediente hasta la muerte.
El pie de la cruz es una caverna negra donde reposa la cabeza de Adán. En el progenitor  toda la humanidad es bañada con la sangre de Cristo.


En la cruz Cristo cumple la palabra del evangelio: “las zorras tienen guarida, las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (Mt.8, 20). Él reclinará la cabeza sobre la cruz, en la voluntad del Padre. Sus brazos abiertos son signo de la total donación.
María extiende sus manos en señal de acogida: en Juan ella recibe todo cristiano. Su seno que ha llevado al Hijo de Dios ahora nos lleva a todos nosotros. Es nuestra Madre. Su cabeza inclinada hacia abajo y sus ojos medio cerrados parecen repetir: ”He aquí la sierva del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc.1, 38).
Los Padres indican a María como la primera mártir, ya que participa completamente en la pasión del Hijo. En efecto, según la profecía de Simeón una espada le traspasará el alma. Ella dona al Santo para recibir al pecador.
El trasfondo arquitectónico muestra las murallas de Jerusalén. Jesús es el hombre de dolores sobre cuya cabeza recaen todos los pecados del pueblo. La ha sufrido fuera de las murallas de la ciudad llevando consigo la gloria del templo; Él ofrece el verdadero culto a Dios en el nuevo templo que es su cuerpo crucificado por amor. 
A la derecha,  está representado Cristo resucitando de la muerte. El relato evangélico no dice nada sobre las circunstancias de la Resurrección y la iconografía respeta este Misterio, por eso la Resurrección jamás se representa como una figura, sino siempre con la tumba vacía.


Es el alba; las mujeres van al sepulcro. Tienen en las manos pequeños sacos que contienen óleos aromáticos y mirra para embalsamar el cuerpo de Jesús. Sus vestidos tienen colores crepusculares: las sombras de la noche están dejando paso a la aurora. En el lado opuesto, un ángel con vestiduras doradas: en él se aparece la luz del día sin ocaso que Cristo ha inaugurado. El mensajero celeste está sentado sobre la piedra que cerraba el sepulcro y que ha sido rodada.
En el centro, la tumba está vacía. La Vida está en otro lado. “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí ha resucitado” (Lc.24, 5c-6a). El ángel indica la tumba y las vendas mortuorias. Estas han envuelto el cuerpo mortal del Rey y son desatadas por la resurrección.
De las tres mujeres, solamente una tiene la aureola. Es la Magdalena, la mujer pecadora transformada por el amor de Cristo. Ella es imagen de la Iglesia, a la que el Señor ha dado una nueva naturaleza haciéndola conforme a sí mismo, su esposa.


   En cuanto a la técnica empleada, las pinturas están realizadas sobre muro preparado con estuco romano, utilizando distintos pigmentos minerales aglutinados con aceite de lino y diluidos con esencia de trementina. Los óxidos así diluidos penetran en el estuco haciéndose un cuerpo con él. En la medida en que la cal y la marmolina van recibiendo el color y éste va penetrando en el estuco, la pintura mural adopta una textura mate y aterciopelada de gran duración y efecto cromático. Los fondos están hechos con pan de oro que representan la divinidad.

La duda de santo Tomás. Otra de las pintura bendecidas por el Obispo



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