Hoy celebramos la Solemnidad de Santiago, el Mayor, patrono de España.
Juntamente con Pedro y Juan, su hermano, pertenece al grupo de los tres discípulos que
fueron testigos privilegiados de los momentos más importantes de la vida de
Jesús. Santiago pudo participar,
juntamente con Pedro y Juan, en el momento de la agonía de Jesús en el huerto
de Getsemaní y en el acontecimiento de la Transfiguración de Jesús. Se trata,
por tanto, de situaciones muy diversas entre sí: en un caso, Santiago, con los
otros dos Apóstoles, experimenta la gloria del Señor, lo ve conversando con
Moisés y Elías, y ve cómo se trasluce el esplendor divino en Jesús; en el otro,
se encuentra ante el sufrimiento y la humillación, ve con sus propios ojos cómo
el Hijo de Dios se humilla haciéndose obediente hasta la muerte. Tuvo que
vislumbrar que el Mesías, esperado por el pueblo judío como un triunfador, en
realidad no sólo estaba rodeado de honor y de gloria, sino también de
sufrimientos y debilidad. La gloria de Cristo se realiza precisamente en la
cruz, participando en nuestros sufrimientos.
Al inicio de los años 40 del siglo I, el rey Herodes Agripa, nieto de Herodes
el Grande, como nos informa san Lucas, "por aquel tiempo echó mano a
algunos de la Iglesia para maltratarlos e hizo morir por la espada a Santiago,
el hermano de Juan" (Hch 12, 1-2). Varios siglos después su cuerpo
habría sido trasladado a España, a la ciudad de Santiago de Compostela. Como
todos sabemos, ese lugar se convirtió en objeto de gran veneración y sigue
siendo meta de numerosas peregrinaciones: “el camino de Santiago”.
La tradición dice que este Apóstol evangelizó España,
importante región del imperio romano, donde remontando por el rio Ebro y en un
momento de desánimo se le aparece la Virgen, en Zaragoza, para animarle a seguir anunciando el Evangelio
porque el Señor tenía preparado en estas tierras un pueblo que daría sus
frutos.
La fe ha llegado hasta nosotros a través del testimonio de
muchas personas, de acontecimientos en los que se ha decidido la suerte de la
iglesia en nuestro país… Y en el origen
está un grupo de hombres no especialmente geniales ni exentos de limitaciones y
pecados, que son los apóstoles. El mismo san Pablo nos dice que al apóstol se
le ha confiado un tesoro pero que lo lleva en una vasija de barro. Pero además de
sus propias debilidades se ve sometido a persecuciones que lo ponen
continuamente al límite.
¿Cómo puede ocurrírsele a Dios esta forma tan extraña de
proceder? El mismo San Pablo lo explica: “para que se vea que una fuerza tan
extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros”.
El Evangelio de hoy nos hace ver que Santiago no fue elegido
por sus cualidades, sino por un amor especial del Señor. Él como nos pasa a
nosotros puso a prueba la paciencia del Señor. Pero si permanecemos en su compañía,
Él nos ira mostrando cada vez de manera más clara lo que quiere de nosotros,
irá purificando nuestra intenciones y conduciendo por buen camino nuestros
deseos.
Recemos hoy especialmente por España.
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