PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

sábado, 18 de julio de 2015

Domingo XVI. Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

Representación del Buen Pastor en la Catacumba de Priscila
   El evangelio de hoy es un  pequeño prólogo a la “multiplicación de los panes” que escucharemos el próximo Domingo en la Eucaristía. Marcos quiere, insistentemente, recordar la prioridad de la predicación y el don de la fe, misión primera y esencial de Jesús y por ende de la Igleisa. Para todos los que queremos seguir al Señor, desde el comienzo, lo importante es la Palabra, la enseñanza. Una enseñanza que, en el ajetreo y complicaciones de este mundo, ha de alimentarse siempre en la fe y la oración.
    Los apóstoles -vemos en los primeros versículos del evangelio de hoy- regresan, después de la misión a la cual les ha enviado Jesús a contarle todo lo que habían hecho y enseñado. Siempre es necesario, una y otra vez,  volver al Señor, para contarle todo. El momento necesario de meditación, de encuentro con el Señor, sin el cual toda misión, nuestra vida, se empobrece y pierde fibra. El mismo Señor les dice: “venid a un sitio tranquilo a descansar un poco”; 'hacer una pausa', 'cesar en la actividad': apagar radio, diario, televisión, ruido de la calle... y ponerse a orar, buscar la intimidad con Dios.
            Porque "era tanta la gente que iba y venía", tantas las ocupaciones, los negocios, las angustia…, "que no tenían tiempo ni para comer". Y juega Marcos con el doble sentido del comer, como del pan, tener hambre. Por supuesto no solo el comer material: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios.
    Y Jesús se compadece de ellos, no porque no tienen pan, ni son pobres, ni carecen de bienes, sino porque, dice Marcos, "eran como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma”. Jesús, más allá de la miseria material, de la pobreza, de las enfermedades, de las penurias de trabajo de esa gente, ve pobrezas más profundas, anhelos insatisfechos, enfermedades del alma mucho más crueles que las del cuerpo. Aprendamos a encontrar espacio para encontrarnos con el Señor, para rezar, leer y meditar y desde allí ofrecer a los demás -sobre todo a los nuestros-, el verdadero Pan, el don de la fe en Jesucristo, el único capaz de alimentarnos en las buenas y en las malas, en pobreza o riqueza, en salud o enfermedad, en las vacaciones y en el trabajo… Por eso nada debe preocuparnos tanto como  la ausencia de Fe, de Esperanza, de Caridad. El derrumbe del cristianismo en nuestra sociedad. La falta de estado de Gracia.

El buen pastor de la Catacumba de San Calixto
 Una de las iconografías cristianas antiguas más bellas, y más comunes, era la del Buen Pastor, con la oveja perdida sobre sus hombros. ¡Tómanos de nuevo, Señor, para que no andemos solos y sin sentido, para que sepamos con la certeza que da la experiencia que la vida tiene un sentido y una meta!

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