Siempre se vio a la Iglesia en esta barca. Sí; a veces
‘parece' que Jesús duerme. Pero, aún cuando parezca dormido, la barca de Pedro
es la única que lleva en ella al Señor. Marcos, en el evangelio de hoy, habla
de que, con la de Pedro, salieron muchas otras barcas. Nunca se habla más de
ellas. Se habla que la que llegó a la otra orilla es la de Pedro.
El reproche más frecuente (o tal vez el único) que hace
Jesús a sus discípulos es el de la “poca fe”. Este pasaje evangélico del reproche
a Pedro es muy iluminador, porque pone de manifiesto que la fe no consiste
principalmente en “creer” en la existencia de un cierto número de cosas, como
Dios, el Cielo, la Virgen, y los santos, y otras similares, a la manera de
quienes “creen” que hay brujas, o extraterrestres… La fe es algo grande y bueno que sucede en la
vida, y que sucede en relación con una persona, en un encuentro con Jesucristo
y la presencia de Jesucristo, que vive en la Iglesia. Donde la vida y la percepción de
la vida cambia, y cambia para bien, de un modo que no sucedería nunca sobre la
base de una mentira, o de una fantasía.
Jesús nunca reprocha
a sus discípulos su temperamento, sus límites, sus deficiencias de carácter, su
inmadurez. Sólo la falta o la pequeñez de la fe. Al contrario de como nosotros
concebimos la vida moral, a Jesús sólo parece importarle la fe, y la necesidad
de esa fe para la vida moral. Nunca les habría dicho a sus discípulos algo así
como: “Voy a hacer primero de vosotros unos hombres, y luego ya vendrá la
formación cristiana. En otro pasaje evangélico los discípulos le preguntaron al Señor: “¿Qué
hemos de hacer para hacer las obras de Dios? Jesús les respondió: La obra que
Dios quiere es que creáis en quien Él ha
enviado”.
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