PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

sábado, 27 de junio de 2015

Domingo XIII. Contigo hablo, levántate

  
 La Escritura y la fe nos enseñan, y estoy cada vez más convencido de ello, que la causa primera del mal, la enfermedad, de la misma muerte es el pecado en sus diferentes formas. Cuando uno se ha encontrado con Cristo, entonces uno “sabe”, y sabe por experiencia, que Cristo nos ha arrancado a todos de una muerte mil veces peor que la de la hija de Jairo. Y esa vida en la que el Señor nos ha introducido es tan buena, en la comunión y en la fe de la Iglesia, que “hemos pasado de la muerte a la vida” (1 Jn 3, 14). Esa vida es tan novedosa que no sólo cumple desbordantemente toda exigencia del corazón, sino que cuando uno tiene esa vida, se da cuenta de que la única muerte sería perderla.
   Los milagros del Señor no eran un instrumento que buscaban “rentabilidad” apostólica, es decir para hacer proselitismo sino un derroche de gracia, signos de quién era Él y para qué había venido. Por eso los evangelios no se preocupan por lo general de seguir las biografías de aquellos a los que Jesucristo curó. El evangelio de hoy no nos habla solo de milagros, nos señala el camino: Cristo, que lleva a la salud y la vida y la integración en el amor con los demás. La     La verdadera vida es la que da él, la que en fe, esperanza y caridad, en comunión con Él y con los demás, puede dar autenticidad a mi existencia terrena y convertir mi muerte en el comienzo del definitivo y pleno vivir. No existe sólo la muerte del cuerpo, existe también la muerte del corazón y del alma. La muerte del alma es cuando se vive en pecado; la muerte del corazón es cuando se vive en angustia o en una tristeza crónica. Por eso estas palabras de Cristo es para ti: Contigo hablo, levántate.

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