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La Virgen de Luna en la Parroquia |
Que esta celebración nos encuentre hambrientos, sedientos de
Dios… Los dones de Dios son un regalo pero no lo podemos recibir sin nuestra
colaboración, y la condición es que lo deseemos… colaboramos no estorbando, abriéndonos
a ellos. El espíritu santo se derrama sobre nosotros, pero cada uno lo va a
recibir en una medida distinta, y no porque Dios haga discriminaciones.
Nosotros tenemos una mentalidad igualitarista y pensamos que Dios tiene que
tener un trato igualitario con todo el mundo… y aplicamos a Dios conceptos que
no se corresponden… Cada uno recibe la gracia de Dios en la medida que lo desea y no pone obstáculos.
En esta fiesta, donde se regala el Espíritu Santo, se
desvela el objetivo final por el que se había desarrollado toda la historia de
la salvación. Toda la historia, desde la elección de Abraham, pasando por la
liberación de Egipto, el cuidado del pueblo israelita, su complejísima historia,
que se realizó para que tú y yo podamos participar de la vida divina, para que
podamos acoger la vida divina en nuestro pequeño recipiente humano, ¡tan frágil
e insignificante! Para que Dios pudiera mostrarnos su amor.
Nosotros hemos nacido con el amor a nosotros mismo, hasta el
odio a Dios si es necesario, y es preciso que este egoísmo se transforme en un
amor a Dios hasta el odio de nosotros mismos, y esto solo lo puede hacer Dios.
Cuando las cosas van bien no sentimos ninguna rebelión contra Dios; pero cuando
se contradicen nuestros planes, cuando quiero seguir lo que me piden las
pasiones, las malas inclinaciones, lo que a nosotros nos parece, negamos a la iglesia y a Dios si es menester. En cambio el Espíritu Santo nos revela otra
imagen de Dios, el amigo, el padre, que entregó a su hijo, infunde en nosotros
el amor de Dios la persuasión que Dios nos ama. Por eso es una capacidad
interior un principio vital que nos capacita para amar a Dios y al prójimo. La
ley nueva es el mandamiento nuevo de Jesús. Por eso la ley nueva no son todos
los preceptos morales que vienen en el evangelio. Si Jesús hubiera dicho “amaos
como yo os he amado” y punto, y no hubiese hecho otra cosa, estaríamos nosotros
exactamente como en el AT. Jesús al morir en la cruz nos ha dado su capacidad
de amar, su corazón, por eso es un mandamiento totalmente nuevo. Por eso si a
estas palabras no acompañan la gracia del Espíritu Santo sería como una ley más,
que no está a nuestro alcance… Los mismos apóstoles que escucharon todo el
evangelio de la boca de Jesús, cuando llego la pasión no se acordaron de nada,
de poner la otra mejilla… Solo cuando bajó sobre ellos el espíritu santo se
convirtieron en hombres nuevos capaces de dar la vida por su Señor. Este Espíritu
es el amor con que Dios nos ama y nos hace capaces de amar a Dios… Y es este
amor, esta gracia la que hace posible cualquier esfuerzo humano. Solo con este Espíritu podemos vivir el cristianismo en clave de amor.
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