PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

lunes, 25 de mayo de 2015

En los sacramentos, Cristo continúa "tocándonos" para sanarnos

   En la Misa de la Vigilia de Pentecostés recibieron el Sacramento de la Unción de Enfermos algunos mayores y enfermos de la parroquia.

   Dice el Apóstol Santiago en su carta: “Quien está enfermo, llame a los sacerdotes de la Iglesia y que estos recen por él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor. Y la oración hecha con fe, salvará al enfermo: el Señor lo aliviará y, si ha cometido pecados, le serán perdonados” (5, 14-15). Esto no debe hacernos caer en una búsqueda obsesiva de milagros de curación. Sino tener  la seguridad de la cercanía del Señor al enfermo y al anciano. El sacramento viene para ayudar al enfermo o al anciano. Por esto es muy importante la visita del  sacerdote a los enfermos, para que le imponga las manos, den la unción y los bendiga. Porque Jesucristo, alivia, fortalece, da esperanza y perdona los pecados. Es un consuelo, una gracia saber que en el momento del dolor y de la enfermedad no estamos solos.

   "Con la sagrada unción de los enfermos y con la oración de los presbíteros, toda la Iglesia entera encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado para que los alivie y los salve.
La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de dolientes de toda clase ( Mt 4,24) son un signo maravilloso de que "Dios ha visitado a su pueblo" (Lc 7,16) y de que el Reino de Dios está muy cerca. Jesús no tiene solamente poder para curar, sino también de perdonar los pecados (Mc 2,5-12): vino a curar al hombre entero, alma y cuerpo; es el médico que los enfermos necesitan (Mc 2,17). Su compasión hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos: "Estuve enfermo y me visitasteis" (Mt 25,36). Su amor de predilección para con los enfermos no ha cesado, a lo largo de los siglos, de suscitar la atención muy particular de los cristianos hacia todos los que sufren en su cuerpo y en su alma. Esta atención dio origen a infatigables esfuerzos por aliviar a los que sufren.
A menudo Jesús pide a los enfermos que crean (Mc 5,34.36; 9,23). Se sirve de signos para curar: saliva e imposición de manos (Mc 7,32-36; 8, 22-25), barro y ablución (Jn 9,6s). Los enfermos tratan de tocarlo (Mc 1,41; 3,10; 6,56) "pues salía de él una fuerza que los curaba a todos" (Lc 6,19). Así, en los sacramentos, Cristo continúa "tocándonos" para sanarnos”
(CIC).

   Tengamos la costumbre, y no miedo, de llamar al sacerdote para que a nuestros enfermos (una enfermedad grave) y a nuestros ancianos, venga y les dé este sacramento, este consuelo, esta fuerza de Jesucristo para seguir adelante.

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