Todos los años
en torno a la memoria de san Martín de Porres (3 de noviembre), nos reunimos con el grupo de
limpieza de la Parroquia. Celebramos
juntos la Eucaristía y luego compartimos unos momentos de convivencia entre
dulces y chocolate… Gracias a ellas los manteles bien planchados, el arreglo
floral, la limpieza, los ornamentos litúrgicos, todo lo necesario para las
distintas celebraciones, etc., etc… todo a punto. Y dispuestas siempre a salir
al paso de cualquier necesidad.
Entre los seguidores de Jesús, en los
evangelios, había varias mujeres, hoy en
nuestra parroquia prevalecen las mujeres. Son mayoría…
Desde el
principio, en el Evangelio están muy presentes las mujeres y de una forma muy
activa. María, Isabel y Ana
entendieron quién era el niño Jesús y dieron testimonio de Él. María recibió el
anuncio del Ángel que ella concebiría un hijo que “será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David
su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá
fin” (Lucas 1:31-33). Isabel, cuando María, embarazada, la visitó, “fue
llena del Espíritu Santo, y exclamó a gran voz, diciendo: ‘¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!’”
(Lucas 1:41-42). Del mismo modo, Ana, cuando María y José trajeron a Jesús
al templo, vio el bebé y “daba gloria a
Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén”
(Lucas 2:38). María está presente en Cana, y facilita, el primer milagro de
Jesús de convertir el agua en vino (Juan 2:1-11); en la cruz donde Jesús la
encomienda a su apóstol Juan (Juan 19:25-26), y es contada entre los miembros
de Jerusalén que se reunieron después de la ascensión de Jesús (Hechos 1:14).
Jesús que iba caminando por ciudades y
pueblos, proclamando y anunciando el Evangelio; le acompañaban los Doce, y
varias mujeres: “María, llamada Magdalena,
de la que habían salido siete demonios, Juana,
mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que
les servían con sus bienes”. (Lc 8, 1-3). María Magdalena pasó a la historia por ser
la primera persona que vio a Cristo resucitado. Todos recordamos esa escena:
ella, llorando junto al sepulcro; el Señor que se le aparece como si fuera el
hortelano. Luego el encuentro y el anuncio a los apóstoles.
Además, los
evangelios describen una serie de otras mujeres, cuya fe las llevó a buscar a
Jesús:
-
La mujer Siro-fenicia, aunque era gentil,
imploró a Jesús que sanara a su hija. “¡Oh mujer, grande es tu fe; hágase
contigo como quieres!”. Y su hija fue sanada de inmediato (Mt15,21-28).
-
La mujer que padecía flujos de sangre durante
doce años, llegó a tocar el manto de Jesús. “Hija, tu fe te ha salvado, vete
en paz. (Mc 5,25-34)
-
La mujer desconocida que llegó a la casa de
Simón. Ella llegó y ungió los pies de Jesús… Y Él le dice: “Tu fe te ha
salvado; vete en paz” (Lc 7,36-50).
-
Y cuántas veces hemos escuchado el pasaje del
Evangelio de Marta y María las hermanas de Lázaro.
Después de la
muerte de Jesús, las mujeres siguen desempeñando un papel activo en Su Iglesia.
Lidia y Cloe (Hch 16,14-15, 1 Co 1,11), Priscila participó junto a su esposo Aquila en
la enseñanza del evangelio a Apolo (Hch 18:24-26; Rm. 16:3; 1Cor. 16:19), Febe (Rm. 16:1-2), etc.
«La
historia del cristianismo hubiera tenido un desarrollo muy diferente si no se
hubiera contado con la aportación generosa de muchas mujeres” (Benedicto XVI).
Gracias a Dios
hoy tampoco faltan “santas mujeres” en nuestra
parroquia que acompañan, escuchan y sirven a nuestro Señor Jesucristo en
su Iglesia.
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