En el día del juicio a Alfonso XIII podrán reprochársele muchas cosas, más no la de haber renegado públicamente de Cristo. Como prueba, la abundante documentación -gráfica y escrita- de aquella ceremonia en El Cerro de los Ángeles y los títulos que el monarca le dedicó a Jesús: “Redentor del mundo”, “Rey de reyes”, “Fundamento de todas las leyes justas”… Toda una declaración pública de intenciones en una España donde el odio feroz a la fe ya enseñaba la patita.
El 19 de mayo de 1924, la madre Maravillas de Jesús (canonizada por Juan Pablo II el 4 de mayo de 2003) con cuatro carmelitas salían del convento del Escorial con dirección al Cerro de los Ángeles, a los pies de cuyo monumento se postraron en adoración. Aún habría de pasar algo más de dos años hasta la fundación del convento del Sagrado Corazón de Jesús y Nuestra Señora de los Ángeles el 31 de octubre de 1926.
Los primeros tiempos transcurrieron en paz. La proclamación de la II República el 14 de abril de 1931 desataría el odio a la fe que alcanzaría su apoteosis con el estallido de la Guerra Civil española el 18 de julio de 1936. Así, el primero de mayo de ese mismo año un grupo de hombres intentó asaltar las tapias del convento, y no con las más piadosas intenciones. Lo impidió el alcalde de Getafe, apodado ‘El Ruso’, un anarquista que, a pesar de su afiliación política, gustaba de subir al carmelo a charlar con la priora en francés. No sería la última vez que El Ruso salvaría la vida a la madre Maravillas y a sus monjas.
Cuatro días después de iniciadas las hostilidades, El Ruso envío varios camiones de la Guardia de Asalto al Cerro de los Ángeles en auxilio de las monjas, cuyas vidas peligraban. Antes de montar en los vehículos, las hermanas se postraron ante el monumento, ofreciéndose como víctimas. Estas no habrían de faltar en un conflicto que se saldó con las vidas de 13 obispos, 4.184 sacerdotes, 2.365 religiosos y 283 religiosas. Por no hablar de los incontables laicos asesinados.
Tras abrir fuego un pelotón, una carga explosiva hizo saltar por los aires el monumento. “Ha caído el Corazón de Jesús entre enormes blasfemias” daban la noticia. La madre Maravillas, retenida en un convento de Getafe con sus monjas, ordenó a estas que levantaran un trono cada una en sus corazones al Señor depuesto y rezasen por sus verdugos; años después les llegaría la noticia de que dos de ellos, arrepentidos de su acción, pidieron confesión en el lecho de muerte.
Siete días después de la profanación, el 14 de agosto, y por indicación del Ruso, el ácrata ángel de la guarda de la madre y las hermanas, estas huyeron de Getafe, pasando por tres ciudades donde ser monja era casi sinónimo de mártir: Madrid, Valencia y Barcelona. Pero su destino no era ninguna de esas ciudades, sino Lourdes. De allí emprenderían la marcha al monasterio del Desierto de San José de las Batuecas, entre Salamanca y Cáceres, adonde llegaron en septiembre de 1937.
Cómo debía de extrañar la madre Maravillas de Jesús El Cerro de Los Ángeles que, encomendándose a Dios, en la primavera del 38 se aventuró hasta Getafe, en viaje no exento de peligros, para comprobar sobre el terreno el ruinoso estado del convento. Volvemos a encontrarla allí el 29 de marzo de 1939, incapaz de esperar al final oficial de la contienda, decretado solo dos días después. Una semana más tarde, ya estaban instaladas allí ella, sus monjas y las muchas novicias que habían encontrado su vocación en los duros años de la guerra.
El 30 de mayo de 1942 se terminarían las obras de reparación del nuevo convento y el 25 de julio de 1965 la construcción del nuevo monumento. Antes, en el otoño de 1940, mientras daba un paseo por la explanada, donde unos obreros removían escombros, un sacerdote jesuita tuvo una corazonada -nunca mejor dicho- al ver un enorme pedrusco. Al pedirle a uno de los hombres que le diera la vuelta, vio que era el Sagrado Corazón, con impactos de bala alrededor, pero intacto. La santa reliquia, la bautizó la madre Maravillas...
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