Muchos piensan que el amor en el matrimonio tiene que ser todo maravilloso sin ningún tipo de esfuerzo ni sacrificio, sin problemas. Dominar la soberbia, evitar el continuo querer tener la razón, imponer la manera de entender las cosas, la tentación de querer cambiar al otro a toda costa, a la larga resulta agotador en el matrimonio.
Ese alguien que buscamos con el que la relación sería una constante maravilla, no existe. Todos tenemos defectos. Todos somos pecadores, limitados...
El amor supone trabajo, esfuerzo, dosis de sacrificio, lucha contra uno mismo, para que el amor se fortalezca y crezca. Uno tiene que ir al matrimonio con la predisposición y determinación de afrontar la vida con un deseo de crecer, de convertirse y luchar con las armas que Dios a puesto a nuestro alcance. La comodidad se lleva mal con el amor.
Solo el Evangelio da luz sobre el importante, duro, bello y arriesgado arte de crear una familia cristiana.
Hemos inaugurado una nueva familia en la Parroquia.
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