El escultor, para reflejar en su obra el espíritu y personalidad del santo, tuvo muy presente su biografía, escrita por fray Luis de Granada, y el “Audi filia” una de las obras más conocida de San Juan de Ávila.
El rostro. Templado es el adjetivo que usaba Fray Luis de Granada para definirlo. “…yo nunca vi en él otro semblante, que el que se ve en un hombre que sale de una larga y devota oración (se admiraba de que la gente pudiera vivir sin oración)”.
Los brazos y las manos. Aparece la imagen con unos fuertes brazos. Esa fortaleza física quiere expresar la fortaleza que no se ve, la espiritual, con la que predicaba y exhortaba.
La palabra de Dios en su boca era como una espada de doble filo que hería muy profundamente a los que le oían (dándose casos de conversiones como la de San Juan de Dios que se convirtió y quedó profundamente transformado por escuchar un sermón suyo). Tantos santos tuvieron contacto con él. Es por eso que fue llamado “Maestro de santos”: San Juan de Dios, San Francisco de Borja, San Juan de Ribera, San Carlos Borromeo, Santo Tomás de Villanueva, San Pedro de Alcántara, Santa Teresa de Ávila, San Ignacio de Loyola.
Su mirada. Está como perdida, absorta, profunda, como en oración continua.
Pobreza y abstinencia. Muy bien representado en el manto raído, una magnífica obra de arte, elaborado minuciosamente, “hilo a hilo” y policromado. Las rajas del tronco y sus nudos, presentes en el manto, están integrados en el aspecto viejo del mismo.
Siendo rico se desprendió de todo, para ir a evangelizar sin alforja y sin dinero. Pero nuca le faltó nada ni quiso nada. Como dice la Escritura “siendo pobre enriqueció a muchos”.
La cruz. Con su mano derecha la agarra de forma firme, pero sin tensión. Así murió: con el Cristo en su mano. Es también un signo de admiración por San Pablo, quien no se gloriaba sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. De su boca no paraban de salir frases de las cartas de San Pablo. Santo Tomás de Villanueva, tras salir de escuchar un sermón de nuestro santo, dijo: “Vengo de oír al mismo San Pablo explicarse a sí mismo”.
El libro. Para significar su amor al estudio y a la lectura de los Santos Padres. Pero su libro de cabecera es la Sagrada Escritura, que se la sabía de memoria. En su época se llegó a decir que, “si por desgracia la Biblia se llegara a perder, él solo la restituiría a la Iglesia, porque se la sabía de memoria”.
La talla es de una pieza, toda del mismo tronco sin añadidos ni postizos, un tronco centenario, de cedro del Líbano. De hecho, se ha querido dejar la misma base del tronco a modo de peana para hacer ver el diámetro del tronco trabajado.
El cedro del Líbano es el árbol más citado en las Escrituras, cuyo olor perfumaba el templo de Jerusalén. Posiblemente es el material simbólicamente más apropiado para representar a un santo. Conseguir una materia prima de estas características es prácticamente imposible y de costes impredecibles.
Dice el salmo 29: "La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica, la voz del Señor descuaja los cedros, el Señor descuaja los cedros del Líbano".
La nueva escultura de San Juan de Ávila del Seminario Redemptoris Mater de Córdoba es una obra inspirada en la vida y escritos del santo que tiene una finalidad catequética, y como toda verdadera obra de arte, mueve hacia Aquel que es el origen y fuente de toda belleza.
(La explicación es del Rector del Seminario)
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