Entre los que acudieron a adorar al Niño había uno que no tenía nada que ofrecer, y se avergonzaba mucho. Todos rivalizaban para entregar sus regalos: los pastores, Melchor, Gaspar y Baltasar… María no sabía cómo coger tantas cosas a la vez; y mirando al que tenía las manos vacías, le confió a Jesús... ¡Tener las manos vacías fue su fortuna!
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