PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

martes, 10 de julio de 2018

Frente a la cultura de la muerte una cultura de la vida

Rafael Jurado
Como sabéis, la ley de eutanasia del PSOE ha pasado su primer trámite en el Congreso. Una ley que solo estaba en fase experimental ha llegado al Congreso de los Diputados con 208 votos  a favor.

Una sociedad que ya tiene asimilada con toda naturalidad la muerte del más débil, como los niños no nacidos, mayores, enfermos terminales y aquellos que no soportan vivir en circunstancias muy difíciles y adversas, es decir, según algunos, hay vidas que no merecen ser vividas. Y el Estado utilizando recursos “compasivos”,  nos ofrece “una ayuda”: la Eutanasia, “una muerte dulce”, o lo que es lo mismo, suicidio asistido. 

Estamos inmersos en lo que ya San Juan Pablo II denominaba “la cultura de la muerte”. Es decir una mentalidad que fomenta la destrucción de la vida humana más débil e inocente por parte de los más fuertes y poderosos, de los que tienen voz y voto. 

Entiendo y comprendo por experiencia propia el sufrimiento, lo que supone una enfermedad que te limita de tal manera, que en mi caso, cosas tan cotidianas como levantarme, ducharme, vestirme, caminar, conducir, trabajar, entrar, salir, etc., ya no puedo hacerlo, es cierto, he perdido mucha autonomía, de independiente a dependiente, además del sufrimiento que supone la enfermedad en sí misma desde lo físico hasta lo psicológico. PERO ESTO NO SUPONE EL FIN, es el COMIENZO DE UNA VIDA DISTINTA A LA QUE TENÍA.

Pensar en la muerte, en momentos de duro sufrimiento, de soledad, de un tristeza mortal… y no encontrar sentido a la vida es normal, pero esto son batallas que hay que pelearlas. El sufrimiento físico o moral, y la paulatina merma de nuestras facultades forman parte de la vida. 

Una persona que por su enfermedad haya perdido toda autonomía sobre sí misma, como es mi caso, no significa que ya no pueda aportar nada a la familia, amigos, conocidos... más bien al contrario, mi dependencia total de los demás, veo que tiene influencias muy positivas en los demás, familiares, amigos, vecinos, conocidos etc… es decir,  es un bien social, porque ha sacado lo mejor  de aquellos que me acompañan en este combate…

Por eso estoy seguro que cuidar y acompañar a los padres ancianos en el tramo final de sus vidas o a un enfermo terminal, es un bien social, porque nos hace más humanos.

Puedo entender perfectamente que muchos no estén de acuerdo con lo que acabo de decir. Solo comparto lo que he visto, lo que estoy viviendo. Hay cosas que solo se comprenden cuando lo has experimentado.

Rafael Jurado

P.d. También puedes leer aquí el testimonio personal de Rafael Jurado

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