Pondremos cara a estos prometidos |
Muchos sacerdotes, padres, catequistas… por complejos, falta de convicción o poca capacidad de razonar la propuesta de la Iglesia sobre el noviazgo, han tirado la toalla por adelantado con un “esto ya no lo vive nadie”. Porque actualmente, vivir la vida cristiana, es ser un antisistema, es ir contra corriente. Pero no hay nada mejor, más auténtico que vivir en gracia de Dios. El encuentro con Jesucristo abre la posibilidad a una forma más grande de vivir una relación. El corazón humano solo es capaz de cambiar cuando se siente amado y nada más grande que el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. Si Dios es amor, nadie mejor que él para enseñarnos a amar.
Vivir el noviazgo “con Cristo en medio” marca la diferencia. Ayuda a reconocer y hablar sobre las debilidades propias y del otro; las limitaciones y las virtudes; la historia pasada, las ilusiones de futuro… mostrarse sin “maquillaje” para saber si te sabes amado, o si te sientes juzgado. Y si te das cuenta que no es posible una relación definitiva con esa persona, no lo tomes como un fracaso, sino como tu salvación.
El matrimonio es un camino de santificación y el noviazgo es el momento de discernir si tu pareja es la persona con quien quieres recorrer ese camino.
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