—Dios todopoderoso, haz que los ángeles bajen y taponen la entrada para que no entren a matarme.
Mientras sentía cómo se acercaban los hombres que lo buscaban, observó a una araña que empezó a tejer su tela a la puerta de la cueva. Y nuestro hombre, cada vez más angustiado, se quejó:
—Pero Señor, te pido que los ángeles taponen la cueva y me envías una araña.
Los malhechores, al cabo de un tiempo, llegaron hasta la cueva y se dispusieron a inspeccionarla, pero uno dijo:
—Nada, no perdáis el tiempo entrando. ¿No veis que hay una tela de araña? Nadie ha entrado ahí hace tiempo.
Muchas veces, también nosotros, pedimos angustiados cosas que, desde nuestra perspectiva, son lo que necesitamos, pero Dios nos da aquellas con las cuales nos muestra que, con cosas muy sencillas, él puede hacer mucho más.
Se suele decir: Si le pides a Dios un árbol, te da una semilla. Nosotros pedimos muros y Dios puede responder enviando una araña… Y suele ocurrir que las respuestas divinas son tan sutiles como una tela de araña o una diminuta semilla o la vida divina en un trozo de pan.
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