PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

martes, 7 de noviembre de 2017

Un testimonio que no se puede olvidar: "Os perdono, hermanos"

La madre de Mané fue una testigo de
primera mano de lo que sucedió con
la beata Teresa Cejudo, mártir.
Ayer, 6 de noviembre, la  Iglesia ha recordado a los Mártires de la persecución religiosa en España del siglo XX, entre los que se encuentre nuestra hermana y vecina la beata Teresa Cejudo. Aunque nosotros, en la Parroquia lo celebramos el domingo con la Hermandad de la Soledad, ya que ella fue una de las fundadoras de nuestra Cofradía, y cuya imagen y una pequeña reliquia veneramos en la Parroquia. 

Teresa Cejudo, mártir, nació en Pozoblanco, el 15 de octubre de 1890, en una familia cristiana. Estudió en el Colegio de las religiosas Concepcionistas. Contrajo matrimonio con el arquitecto Juan Caballero Cabrera en  1925 y fue madre de una niña que, actualmente es miembro de nuestra Parroquia. Fue presidenta de las Mujeres de Acción Católica, de las Conferencias de San Vicente de Paúl y de las Marías de los Sagrarios. Fue también una activa cooperadora salesiana. (1890-1936). Es decir una mujer muy activa en la vida de la iglesia de aquellos años.

Seis días después del asesinato del párroco el beato D. Antonio Rodríguez Blanco, el 22 de agosto de 1936, fue detenida y conducida a prisión.  Fue juzgada el 16 de septiembre, acusada de propaganda política contra las ideas marxistas, a lo que ella respondió: “No ha sido por defender al capital, sino la ley de Jesucristo”. Nunca negó en el juicio ser católica. Cuando fue condenada a muerte junto con otras diecisiete personas, varios miembros del público asistente comenzó a gritar y a aplaudir. Al oír la sentencia a muerte, dijo Teresa muy tranquila: “Esto lo esperábamos nosotros. Nos reclama Jesucristo y nos vamos con él, que estaremos mejor que aquí entre esta familia”. Después de despedirse de sus dos hermanas, abrazar a su hija y le dice: “Te quedarás con las tías. Todos te querrán mucho, incluso estos milicianos que nos rodean. Tú tienes a tu madre en el cielo”.

El 20 de septiembre fue ejecutada. La última en morir, animando a sus compañeros de martirio con la esperanza de la vida eterna. Tenía cuarenta y cinco años. “¡Os perdono, hermanos! ¡Viva Cristo Rey!” fueron sus últimas palabras.

Fue beatificada por el Papa Benedicto XVI el 28 de octubre de 2007.

Esa rabia y ese odio contra Dios y contra la fe católica se convirtió en una ocasión de expresar un amor más grande, un amor que muere perdonando a los verdugos. El mejor testimonio que puede dar un cristiano. Y esto solo puede ser fruto del Espíritu Santo que habita en el corazón. 

Nos llena de ánimo la fe de esta hermana nuestra y nos confirma lo que dice el Salmo: “Señor tu gracia vale más que la vida”.

Es un testimonio que no se ha de olvidar. Nuestro pueblo necesita de cristianos que en la vida pública y privada, con sus obras y palabras, den testimonio de la fe en Jesucristo. Testimonio de amor, perdón y unidad.

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