22 de octubre, memoria litúrgica de San Juan Pablo II. El santo que todos hemos conocido. Ruega por nosotros. |
La Palabra de Dios siempre es actual, es decir ilumina la realidad que estamos viviendo. ¿Qué le damos a Dios? ¿Qué le damos al Cesar? En nuestra sociedad los gobernantes de turno y las administraciones públicas tienden a un intervencionismo cada vez mayor en ámbitos de nuestra vida: la educación de los hijos, el matrimonio, qué significa ser hombre o qué significa ser mujer, cómo tienen que ser las relaciones entre hombre y mujer, o cuando una vida no merece ser vivida… ¿quién le ha dado al Estado autorización para entrar en esos mundos? Hay una tendencia, aunque sea con guante blanco, aunque sea con una fachada democrática, al totalitarismo en nuestras sociedades modernas que da casi miedo. El Evangelio nos recuerda que el único Señor de nuestras vidas es Dios, que al único que le debemos todo lo que somos es a Dios, y que nuestra dignidad de hijos de Dios ni está en venta, ni está de rebajas, en ningún sentido, ni ante nadie, ni ante ningún poder. Los poderes legítimos merecen todo el respeto que merecen siempre las autoridades legítimas, pero la conciencia de lo que somos, el valor de nuestras vidas, el valor de la vida del ser humano más pequeño, el hijo concebido y no nacido, por ejemplo, sólo Dios dispone de ella, nadie más.
El César y Dios no están al mismo nivel, porque también el César depende de Dios y, en consecuencia, también él debe rendirle cuentas. Es decir «Dad al César lo que es del César» significa: «Dad al César lo que 'Dios mismo quiere' que le sea dado al César». Ni más ni menos. Dios está por encima de todos, del César incluido. No servimos «a dos señores».
Cuando a Dios se le da lo que a Dios le pertenece, al César no le queda nada más que algunas monedas.... Esa es nuestra fe: “Amarás al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza”.
El cristiano es libre de obedecer al Estado, pero también de resistir al Estado cuando éste quiere ocupar el lugar que le corresponde a Dios.
Sería bueno ver que le estamos dando a Dios, no vaya a ser que le dejemos lo que sobra, las migajas, lo ínfimo, una birria, y antepongamos para nuestros caprichos y para los caprichos de otros las primicias… "Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".
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