Del blog Psicología, Educación y Familia. Por Juan José López Misas
En el trabajo con las familias he podido observar que muchos padres pueden conocer muchas técnicas educativas. Saben que es lo que hay que hacer para recompensar el buen comportamiento o que estrategias usar para castigar. Conocen perfectamente que para poder hablar con un hijo primero hay que escuchar y tienen claro que deben ser modelos de comportamiento. Sin embargo, aun sabiendo la teoría acaban diciendo que las técnicas no funcionan. Que son muy bonitas pero para un mundo perfecto que solo existe en la cabeza de los psicólogos o personajes similares.
Es fácil adivinar que cualquier técnica educativa debe ajustarse al contexto, al ambiente, a la historia y a las características del niño y la familia. Pero además hay otro elemento clave. Toda herramienta educativa está mediatizada por el autocontrol emocional de los padres, el estilo de comunicación y la unidad de criterio de los progenitores. Por eso, me gusta animar a los padres a poner en práctica el método FSP.
Cuando uno de nuestros hijos presenta un problema de conducta (no quiere comer, presenta rabietas, no cumple el horario, nos habla con desdén…) tendremos que poner en práctica tres competencias clave: la Firmeza, la Serenidad y la Persistencia.
Firmes: implica decidir una norma, un camino, un principio o valor que deseo enseñar y no ceder, ni dar marcha atrás. Si hemos dicho que debes venir a las diez y unas veces te castigo por llegar a las 10:15 mientras que otras me enfado mucho pero no te castigo; si hemos quedado en que debes comerte lo que se pone en el plato y unas veces negocio, otras te lo guardo para la tarde y otras se lo come el hermano; si hemos decidido que no conseguirás nada con una rabieta, y unas veces cumplo mi aviso pero otras cedo por las visitas o el público del supermercado; entonces soy un faro móvil. El faro, fijo en la costa, orienta en la noche a los barcos que no tienen referencias. Un faro que cambia de posición constantemente es un peligro. A los padres nos toca ser los faros. Los hijos decidirán si nos toman como referencia o no. Se estrellarán o no. Pero no podemos estar cambiando de posición según el viento emocional que nos arrastre.
Serenos: supone mantener el control sobre nuestras emociones, nuestras palabras y nuestros actos. Cuando perdemos los nervios y descargamos una tormenta emocional sobre nuestros hijos, lo hacemos porque nuestro hijo ha frustrado algunas de nuestras ideas o necesidades. Tenemos una idea de cómo tiene que ser mi familia, cómo debo ser como padre, cómo tiene que ser mi descanso, cómo me tienen que hablar mis hijos, cómo tiene que funcionar la casa. Cuando alguno de mis hijos frustra esa idea o necesidad salta el resorte del resentimiento y la ira. Los fuegos artificiales dan comienzo. Mi hijo lo ha encendido pero yo tenía los cohetes. El problema es que nuestro temperamento nos mete en problemas y nuestro orgullo nos deja allí encerrados. Es difícil ser modelo, enseñar templanza, respeto, o habilidades de comunicación si no estamos decididos a trabajar nuestra serenidad. No hablo de alcanzar el “nirvana”, más bien propongo trabajar para que el control de nuestra conducta lo tomen nuestros principios, no nuestras emociones.
Persistentes. Esto es perseverar. El error es intentarlo solamente durante un tiempo. Cada vez que intentamos poner en práctica una acción, una medida o una estrategia esto supone cambios. Ante los cambios siempre hay resistencias. Si deseamos, por ejemplo, ayudar a nuestro hijo a que tenga un control horario del móvil, nos encontraremos un montón de inconvenientes, discusiones y dificultades. Unas veces lo conseguiremos medio bien, otras medio mal y otras rematadamente fatal. No importa. Mañana empezaremos de nuevo. Porque el peor servicio que podemos hacer a nuestro hijo es abandonar, porque aprenderá a sabotear nuestras decisiones, porque lejos de aplacar el problema nos propondrá un nuevo reto (por ejemplo, el saldo que consume el móvil), porque dejaremos de trabajar su voluntad aun a sabiendas de que las personas con voluntad llegan más lejos que las personas inteligentes. Quédate tranquilo, en la educación casi nunca se consigue bingo. Es muy raro alcanzar el 100% de nuestros objetivos. Por eso, persiste, persevera en el camino que has elegido.
Estas son las claves del método FSP para conseguir que cualquier decisión, técnica o medida que deseemos llevar a cabo con nuestros hijos, verdaderamente les pueda ayudar. Por eso os animo a trabajar Firmes, Serenos y Persistentes.
Psicología - Educación - Familia
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