Dios es amor y misericordia; Él desea que interioricemos y vivamos plenamente esta realidad, y pide, asimismo, que tengamos confianza en Su misericordia y que seamos amor y misericordia con el prójimo; todo lo cual debe conducirnos, en palabras de Juan Pablo II, a crear la civilización del amor. Esta es la esencia del mensaje de la Divina Misericordia.
«A la Humanidad, que a veces parece extraviada y dominada por el poder del mal, del egoísmo y del miedo, el Señor resucitado le ofrece, como don, su amor que perdona, reconcilia y suscita de nuevo la esperanza. Es un amor que convierte los corazones y da la paz. ¡Cuánta necesidad tiene el mundo de comprender y acoger la Misericordia divina!» (Juan Pablo II)
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