PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

viernes, 20 de noviembre de 2015

Solemnidad de Cristo Rey. “Entonces ¿Tú eres Rey? ” “Sí, tú los has dicho, yo soy rey. Pero mi Reino no es de este mundo”


 Lectura del santo Evangelio según san Juan     18, 33b-37 
Pilato llamó a Jesús y le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Jesús le respondió: «¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?» Pilato replicó: «¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?» Jesús respondió: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí» Pilato le dijo: «¿Entonces tú eres rey?» Jesús respondió: «Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz»


 «Nadie puede decir “Jesús es Señor” sino en el Espíritu Santo». Se es cristiano sólo por la gracia de Dios.

   En el año 496 se llevó a cabo la batalla de Tolbiac, los germánicos estaban a punto de vencer al ejército de Clodoveo, esto significaría la caída del reino de los francos. Clodoveo, recordando al Dios del que su esposa cristiana,  le había hablado tanto, le juró que si ganaba la batalla se bautizaría católico. Sorprendéntemente la victoria fue para Clodoveo después de que el jefe de los germánicos fue abatido y que el ejército se dispersara. Fiel a su palabra, al poco tiempo, allí, en el mismo lugar donde se levanta hoy la catedral de Notre Dame de Reims, San Remigio -Saint Remi- bautizó al caudillo de los francos Clodoveo, con 3000 de sus guerreros, dando inicio al trono de esa nación.  Por eso Reims representaba -y representa-, en la historia francesa, el lugar de su nacimiento como nación. 

   Así es como Francia se convirtió en la primogénita de la Iglesia, el reino franco fue el primero de los reinos que poco a poco irían abrazando la fe católica.

   Cuando más adelante los carolingios adoptaron el rito bíblico de la unción que confería a la monarquía su legitimidad divina, quisieron vincularse a la memoria de su primer rey cristiano. A partir de 816, durante un milenio, los reyes de Francia fueron consagrados en Reims. Por eso el empeño de Santa Juana de Arco en insistir al Delfín, quien ya era de hecho rey bajo el nombre de Carlos VII, para que fuera, en 1429, a ser coronado en Reims, en plena zona enemiga durante la Guerra de los Cien Años, y no en París.


   Para el cristianismo  la autoridad y la realeza, debía estar al servicio de Dios y de su pueblo, y no de los puros intereses temporales y mundanos.

    En el paganismo, en cambio, los reyes eran considerados divinos, directos hijos de Dios y cuya voluntad era la ley. Tanto los reyes babilonios, como los faraones egipcios, como los Incas o los monarcas chinos o japoneses o los emperadores romanos, eran tenidos como hijos del cielo, hijos del sol, ellos mismos porciones de Dios destinados a gobernar a su pueblo. La palabra del monarca era suprema ley. El estaba por encima de cualquier costumbre, de cualquier norma, y tenía sobre sus súbditos poder de vida o muerte.

   Nada de eso aceptará el pueblo de Israel y, mucho menos, el cristianismo. En el universo no hay nada de divino -dice la Escritura-. Tanto el cielo como la tierra son creaturas de Dios. El sol es un astro puesto para iluminar al hombre, "una lámpara", dice el Génesis, y ningún hombre es hijo de Dios por naturaleza, ni siquiera los reyes: todos por igual, somos 'imágenes y semejanzas de Dios'.

   La famosa frase de San Pedro, "hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" era y es un principio de libertad que ningún régimen autoritario podía ni puede tolerar. De allí las persecuciones que siempre ha sufrido la Iglesia.  Ser de Cristo y reconocerse como siervo de Cristo es ser libre. Y no ser de Cristo, inevitablemente, termina haciéndonos esclavos de algún ídolo que no puede cumplir la vida, que no puede dar plenitud al corazón.

   Hoy termina el año litúrgico. Y lo coronamos con esta solemnidad de Cristo Rey. Aunque desconocido, aunque depuesto del corazón de tantos hermanos nuestros, el Señor, que solo se impone en libertad y en amor, continúa siendo Rey y, durante este tiempo previo a lo definitivo, formando y preparando a los que tendrán parte en su Reino. Y si ya no es posible aspirar a que Cristo reine en el mundo, en nuestra patria, reine  en nuestras familias, en nuestros corazones, para que, después de las vicisitudes de este tiempo podamos entrar con todos los nuestros en su Reino Eterno.


Entonces ¿Tú eres Rey? ” “Sí, tú los has dicho, yo soy rey. Pero mi Reino no es de este mundo

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