PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

martes, 22 de septiembre de 2015

¡Sí, grandes cosas ha hecho por nosotros el Señor, y estamos alegres! (Sal. 125, 3)

Muchas serían las formas de expresar la gracia y misericordia de Dios en mi vida, pero estas palabras del Salmo 125 son un buen resumen. Dice el refrán, que es de bien nacidos ser agradecidos, pues cómo desaprovechar esta magnífica oportunidad para dar gloria a Dios por sus obras magníficas, conmigo concretamente y con el seminario en general.
El mismo salmo dice después: Al ir, van llorando, llevando la semilla; y vuelven cantando, trayendo sus gavillas; ésa es mi experiencia durante todos estos años de seminario. Al principio fue una pequeña palabra la que di en respuesta a la llamada del Señor: “Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad” y él comenzó, contando con mi libertad, a hacer su obra. Ciertamente en los primeros meses y años de seminario, en Córdoba, iba llorando pues era un dilema siempre… “¿hacer mi voluntad o la del Señor?”. Poco a poco Él fue hablando a mi corazón y, a través de la historia (formadores, compañeros, acontecimientos concretos, pecados personales, cambio de seminario, cambios de comunidad, misión en México…), me ha ido marcando su camino, que siempre ha sido de fidelidad por su parte, hasta hacerme volver cantando. Por eso la frase con la que comenzaba este testimonio, porque es Dios el que está haciendo cosas por mí, y grandes cosas. El día 27 de junio recibí la ordenación diaconal, y ciertamente esa es una gran cosa que no merezco, por eso puedo decir con el salmista ¡estoy…estamos alegres!
Desde el comienzo del seminario Redemptoris Mater de Burgos, hace ya 6 años, son muchos los milagros que hemos visto todos, los seminaristas, formadores; los 2 primeros años con las familias, las dificultades “logísticas” que se van solucionando poco a poco (gracias a los “ángeles” que el Señor nos pone en nuestros caminos), el regalo de la casa y la relación con los Agustinos Recoletos, los primeros seminaristas que vamos dando fruto, todos y cada uno de los que hemos formado y formamos este seminario… Demos por tanto gracias a Dios, por fijarse en nosotros para ser sal y luz de la tierra, por llamarnos a esta misión de llevar la salvación, en su nombre, a todos los hombres, porque como dice el mismo Jesús: Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos (Mt 5, 16).
En fin, no sé si he podido expresar en tan poco espacio la alegría del corazón que tengo y el agradecimiento infinito a Dios por todo lo que está haciendo con nosotros y conmigo personalmente. Lo único que puedo decir, en pocas palabras, como dice el salmista: ¡Aleluya! ¡Alabad al Señor, todas las naciones, ensalzadlo todos los pueblos! Porque grande es su amor hacia nosotros y su fidelidad dura por siempre (Sal 116).
No puedo dejar de pedir que sigáis rezando por mí, la oración nos mantiene día a día en la voluntad del Señor. La paz.         

Juan Antonio Cabrera Ruiz

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