PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

sábado, 12 de septiembre de 2015

Domingo XXIV. La clave de nuestra vida está en dónde reclinamos la cabeza... en qué Dios creemos

   ¿Qué decimos cuando, en un ambiente frío u hostil, se nos interroga sobre nuestra fe? … Preguntas que, más que respuestas, exigen un testimonio profundo de lo que  vivimos. Decir que somos cristianos, no es muy difícil. Pero “VIVIR COMO CRISTIANO” es ya otra historia. Sobre todo si implica ir contracorriente. O, por ejemplo, “no comulgar con ruedas de molino” en temas o en problemas que, la sociedad, presenta como  progreso, bienestar social, derecho...misericordia con cicuta, es lo que se nos ofrece muchas veces.

   Como a Pedro, también a nosotros, el corazón nos puede traicionar. Queremos un Jesús íntimo, amigo, confidente, compañero pero sin demasiadas exigencias: “serás mi amigo siempre y cuando no pongas piedras en mi camino”. ¿Qué es, qué significa Dios en mi vida? No se trata de creer en Dios. Se trata de saber qué significa para nosotros en nuestras vidas. Y se trata de saber ¿en qué Dios creemos? 

    ¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras? Una relación con el Señor sin más trascendencia que un “bis a bis” con Él. Sin más relación que la tranquilidad que estamos bautizado. Como Pedro podemos pretender quedarnos en lo bonito del “amigo que nunca falla”, en la superficialidad de la fe. Pero, el Señor, quiere y desea que ahondemos en lo que creemos, en nuestro conocimiento y experiencia de fe. ¿Y vosotros, ¿quién decís que soy?

  Porque si no profundizamos en el conocimiento de Dios que se revela en las Escrituras: en los Salmos, en los Profetas, en los Evangelios, en los Apóstoles, en los santos y mártires, ect…  Está siempre el peligro de que cada uno nos hagamos nuestro propio Dios, nuestro propio Jesús, es decir el Dios que mejor nos conviene. El que mejor se adapta a nuestros intereses personales y a nuestras ideas y caprichos… La gente suele decir: “Padre, yo no creo en la Iglesia, pero me llevo muy bien con Dios”. “Yo me las arreglo con Dios”. ¡Vamos hombre!, así cualquiera…”yo me lo guiso, yo me lo como como Juan Palomo”. Cada uno lleva “su propio dios”: edición de bolsillo.

   El conocimiento y el encuentro con Cristo cambia totalmente nuestra mirada. Nuestra fe necesita ser purificada constantemente. El Señor nos invita a seguirlo cargando con la cruz, la nuestra. "El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por el Evangelio, la salvará".

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