Empleados y residentes de honor del centro |
Solo en Dios
descubrimos nuestra dignidad y la dignidad de cada una de las personas humanas.
El grado de salud física o mental no añade ni quieta nada a la dignidad de la
persona; más aún, el sufrimiento puede darle derechos especiales en nuestra
relación con ella.
Tengamos muy claro que un hombre
aunque esté gravemente enfermo o se halle impedido en el ejercicio de sus
funciones más elementales o racionales, es y será siempre un hombre, jamás se
convertirá en un vegetal o un animal.
«La calidad de una
sociedad y de una civilización se mide por el respeto que manifiesta hacia los
más débiles de sus miembros» (Juan
Pablo II).
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