PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Bodas de oro de Antonio Díaz Arévalo y Mari Nieto Monje

  
  
  El 15 de noviembre de 1964, día domingo, en la iglesia de Jesús Nazareno, Antonio y Mari se daban el "Sí quiero”, uniéndose en Alianza matrimonial, en la que se formaba un consorcio de toda la vida: “…me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida”.
   El sacerdote que bendijo la unión matrimonial fue el coadjutor de la Parroquia San Sebastián, Don Manuel Nieto Monje.
   El 15 de noviembre de 2014, después de 50 años, renovaron sus promesas matrimoniales en la Santa Misa que celebraron rodeado de sus hijos y nietos.
   Hoy más que nunca hace falta testimoniar la belleza del matrimonio cristiano, fiel e indisoluble. 


 Aprovechando este testimonio dejamos una breve reflexión sobre el matrimonio y la familia según la voluntad de Dios:


   Nadie puede vivir y ser feliz sin amar. Jesucristo es el que, con su gracia, nos capacita para amar. No es suficiente querer quererse, es necesario poder quererse de manera permanente y formar una familia.
   La chispa del enamoramiento del primer encuentro, o del principio, con el tiempo decae, o incluso se seca totalmente. El sentimiento no tiene tanta capacidad y fuerza para conservar el amor. “ENCONTRÉ EL AMOR DE MI VIDA, LO HE ABRAZADO Y NO LO DEJARÉ JAMÁS." Esta es la aspiración del amor, del matrimonio.
 “La Iglesia está íntimamente convencida de que sólo con la aceptación del Evangelio se realiza de manera plena toda esperanza puesta legítimamente en el matrimonio y en la familia.
   Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza: llamándolo a la existencia por amor, lo ha llamado al mismo tiempo al amor.
   Dios es amor y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y semejanza Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión. El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano. El amor abarca también el cuerpo humano y el cuerpo se hace partícipe del amor espiritual.
   ¡El futuro de la humanidad se fragua en la familia!
   Por consiguiente es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se esfuerce por salvar y promover los valores y exigencias de la familia. Es necesario que las familias de nuestro tiempo vuelvan a remontarse más alto. Es necesario que sigan a Cristo. (Juan Pablo II)





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