"Vino a los suyos, pero los
suyos no le recibieron. Pero a todos los
que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su
nombre" (Jn 1,11)." Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres
amaron más las tinieblas que la luz "(Jn 3,19).
¿Habrá un lugar para el SEÑOR estos días? Eso
se juega en la libertad de cada uno. En ese sentido, Adviento es tiempo
de conversión: “Quien quiera ser cristiano debe “cambiar” continuamente sus
pensamientos. Nuestro punto de vista natural es, desde luego, querer afirmarnos
siempre a nosotros mismos, pagar con la misma moneda, ponernos siempre en el
centro. Quien quiera encontrar a Dios tiene que convertirse interiormente una y
otra vez, caminar en la dirección opuesta. Todo ello se ha de extender también a
nuestro modo de comprender la vida en su conjunto. Día tras día nos topamos con
el mundo de lo visible. Tan violentamente penetra en nosotros a través de
carteles, la radio, el tráfico y demás fenómenos de la vida diaria, que somos
inducidos a pensar que sólo existe él. Sin embargo, lo invisible es, en verdad,
más excelso y posee más valor que todo lo visible. Una sola alma es, según la
soberbia expresión de Pascal, más valiosa que el universo visible”(Benedicto XVI).
Los pastores dejaron sus ovejas, los ángeles
salieron del cielo, los Reyes magos dejaron sus comodidades; todos se juntaron
para adorar a Dios en los brazos de María y bajo la custodia de José.
Adviento es tiempos para pasar más tiempo
junto al Señor. Sí, hay que tener el valor de romper nuestros esquemas
y centrarnos en lo esencial. Que estos días nuestra mirada, nuestro
pensamiento y nuestra atención esté orientados hacia Dios.
Como todos los años en Aviento, a patir de mañana, de lunes a viernes, a las 6:30 de la mañana nos reunimos la parroquia a rezar las Laudes en el Catecumenio San Sebastián. Así nos preparamos para celebrar la Navidad.
"Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el
dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al
amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os
digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!" (Mc 13,35-37)
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