"Satanás presenta las cosas como si fueran buenas, pero su intención es destruir al hombre, quizá con motivaciones “humanísticas”; los ángeles luchan contra el diablo y nos defienden.
Desde el principio la Biblia nos habla
de esto: de aquella seducción para destruir, de Satanás, quizá por
envidia. Nosotros leemos en el Salmo 8: “Tú has hecho al
hombre superior a los ángeles”, y esa inteligencia tan grande del ángel
no podía llevar a cuestas esta humillación, que una criatura inferior
hubiera sido hecho superior; y buscaba destruirlo. Muchos proyectos de deshumanización del hombre, son obra de él, simplemente porque odia al hombre. Es astuto: lo dice la primera página del Génesis; es astuto. Presenta las cosas como si fueran buenas. Pero su intención es la destrucción. Y los ángeles nos defienden. Defienden al hombre y defienden al Hombre-Dios, al Hombre superior, Jesucristo que es la perfección de la humanidad, el más perfecto.
Por eso la Iglesia honra a los ángeles, porque son aquellos que estarán en la gloria de Dios – están en la gloria de Dios – porque defienden el gran misterio escondido de Dios, es decir, que el Verbo se hizo carne..
La tarea del pueblo de Dios es custodiar en sí al hombre: al hombre Jesús porque es el
hombre que da vida a todos los hombres.
La lucha es una realidad cotidiana, en la vida cristiana: en nuestro corazón, en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestro pueblo, en nuestras iglesias… Si no se lucha, seremos derrotados". (Papa Francisco, en la fiesta de hoy)
ORACIÓN AL ARCANGEL MIGUEL
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo contra la perversidad y las asechanzas del enemigo.
Reprímelo Dios, te pedimos humildemente,
y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno a Satanás
y a otros espíritus malignos, que andan por el mundo
para la perdición de las almas.
Amen
Sé nuestro amparo contra la perversidad y las asechanzas del enemigo.
Reprímelo Dios, te pedimos humildemente,
y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno a Satanás
y a otros espíritus malignos, que andan por el mundo
para la perdición de las almas.
Amen
(Aunque no es obligación, se puede continuar con gran provecho la práctica de rezar
esta oración después de la Santa Misa como se hacía antes del Conc. Vat. II.)
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