"Ante todo quiero decirle a cada uno la primera verdad: “Dios te ama”. Si ya lo escuchaste no importa, te lo quiero recordar: Dios te ama. Nunca lo dudes, más allá de lo que te suceda en la vida. En cualquier circunstancia, eres infinitamente amado". (n. 112)
“Es el amor del Señor, un amor de todos los días, discreto y respetuoso, amor de libertad y para la libertad, amor que cura y que levanta. Es el amor del Señor que sabe más de levantadas que de caídas, de reconciliación que de prohibición, de dar nueva oportunidad que de condenar, de futuro que de pasado»“. (n. 116)
“Cuando te pide algo o cuando sencillamente permite esos desafíos que te presenta la vida, espera que le des un espacio para poder sacarte adelante, para madurarte. No le molesta que le expreses tus cuestionamientos, lo que le preocupa es que no le hables, que no te abras con sinceridad al diálogo con Él“. (n.117)
“El amor del Señor es más grande que todas nuestras contradicciones, que todas nuestras fragilidades y que todas nuestras pequeñeces. Pero es precisamente a través de nuestras contradicciones, fragilidades y pequeñeces como Él quiere escribir esta historia de amor“. (n.120)
“Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. Y cuando te acerques a confesar tus pecados, cree firmemente en su misericordia que te libera de la culpa. Contempla su sangre derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás renacer, una y otra vez!”. (n.123)
“¡Él vive! Hay que volver a recordarlo con frecuencia, porque corremos el riesgo de tomar a Jesucristo sólo como un buen ejemplo del pasado, como un recuerdo, como alguien que nos salvó hace dos mil años. Eso no nos serviría de nada, nos dejaría iguales, eso no nos liberaría. El que nos llena con su gracia, el que nos libera, el que nos transforma, el que nos sana y nos consuela es alguien que vive. Es Cristo resucitado, lleno de vitalidad sobrenatural, vestido de infinita luz. Por eso decía san Pablo: «Si Cristo no resucitó vana es nuestra fe»”: (n.124)
"Jóvenes, no renuncien a lo mejor de su juventud, no observen la vida desde un balcón. No confundan la felicidad con un diván ni vivan toda su vida detrás de una pantalla". (143)
"Arriesguen, aunque se equivoquen. No sobrevivan con el alma anestesiada ni miren el mundo como si fueran turistas. ¡Hagan lío! Echen fuera los miedos que los paralizan, para que no se conviertan en jóvenes momificados. ¡Vivan! ¡Entréguense a lo mejor de la vida! ¡Abran la puerta de la jaula y salgan a volar! Por favor, no se jubilen antes de tiempo". (143)
"El verdadero Dios, el que te ama, te quiere feliz".
"Así como te preocupa no perder la conexión a Internet, cuida que esté activa tu conexión con el Señor, y eso significa no cortar el diálogo, escucharlo, contarle tus cosas, y cuando no sepas con claridad qué tendrías que hacer, preguntarle: «Jesús, ¿qué harías tú en mi lugar?»" (158)
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