Cristo ha venido no para que estemos unos días contentos. Cristo ha venido para sembrar en nosotros la Vida divina y para que podamos vivir siempre como hijos de Dios que confían, que saben, que tienen la certeza de que Dios nos ama, también cuando somos torpes, también cuando nos equivocamos, también cuando nos cegamos por las pasiones o por nuestra fragilidad.
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