Aprovechando el verando |
Aprovechamos las vacaciones de verano de esta familia para que nos cuenten como están, después de tres años de haber llegado a Riga.
Rezamos por ellos y por la misión de la que forman parte en Letonia.
1. Lleváis tres años de misión en Riga ¿Estáis bien, contentos? ¿Cómo han sido estos años?
El 18 de marzo cumplimos tres años en Riga y la verdad es que en todo este tiempo hemos experimentado que es Dios el que nos ha llevado allí y el que nos cuida. Estamos muy contentos de estar allí justo por esto, porque estamos seguros de que Riga es la tierra que el Señor tiene pensada para nosotros en estos momentos. Es cierto que hay dificultades, como las hay también para cualquiera en su vida. El principal problema que hemos encontrado ha sido adaptarnos a la forma de vida, al clima, la oscuridad, el idioma… todo lo distinto, pero vemos que incluso en esto el Señor nos ha ayudado y cada día estamos mejor adaptados.
2. ¿Cómo le miran a un español en Letonia? ¿Es bien recibido?
La gente se sorprende mucho de que una familia española vaya a vivir allí. Los letones conocen España, sobre todo, a nivel turístico, y para ellos es como un paraíso. Cuando se encuentran con nosotros, piensan que uno de los dos somos letones y por eso vivimos allí, pero cuando se enteran de que todos somos españoles, se sorprenden mucho. La gente nos ha recibido bien, no hemos notado ningún rechazo por ser españoles, pero sí que es cierto que cuanto más entramos en su cultura, hablando el idioma, por ejemplo, más cercanía muestran hacían nosotros.
3. ¿Cuál es el ambiente de la ciudad para vivir la Fe?
Riga es una gran ciudad europea y por lo tanto el ambiente no es muy distinto al de las grandes ciudades españolas, especialmente entre los jóvenes. Es cierto que la gente mayor es bastante religiosa y que la religión tiene importancia en la vida cultural de los letones, pero muchas veces viven esa relación con lo religioso como si se tratase de algo mágico: yo voy al templo, hago unos ritos y ocurre una magia. Pero nada de eso que se hace en el templo influye directamente en la vida. Por eso les llamamos tanto la atención, porque para nosotros Dios es una persona real que actúa en nuestra vida, en nuestro matrimonio, en nuestra familia, en nuestra historia, y eso, muchas veces, está fuera de sus esquemas religiosos.
4. ¿Cómo se vive un punto central del Camino, como es la vida de comunidad, dónde no hay comunidades? ¿Lo vuestro es un poco como vivir en el desierto?
En toda Letonia sólo hay una parroquia con comunidades neocatecumenales: la parroquia de San Alberto de Riga. Hace un mes celebraron el 25 aniversario del nacimiento de la primera comunidad, pero es una realidad pequeña: son 4 comunidades pequeñas, con hermanos con muchos sufrimientos, pero en los que es evidente la acción de Dios, porque muchas veces es difícil comprender cómo es posible que sigan adelante. Aparte de esa pequeña realidad, que ha sido un gran apoyo para nosotros, nuestra familia forma parte de una Missio ad Gentes (una comunidad formada por unas cuatro familias de distintos países, por un par de mujeres célibes o viudas, por un presbítero y por un célibe que lo acompaña), que es una pequeña comunidad llamada a hacer presentes los signos del amor y la unidad en medio de una sociedad que ya no responde a la pastoral sacramental ni a la evangelización tradicional porque no reconoce el bien espiritual que hay en la Iglesia. Por lo tanto, todo esto lo vivimos dentro de una comunidad nueva, multicultural y multinacional, que comienza de nuevo la iniciación cristiana justo para poder sostener a todos los que formamos parte de ella.
5. ¿Ya habéis empezado a hablar en letón? ¿Has encontrado trabajo?
Los niños son los primeros que empiezan y aprenden a hablar el idioma, porque ellos son los que tienen más contacto con las personas de allí en la escuela y la guardería. Gracias a Dios, nosotros también vamos aprendiendo gracias a que el Señor ha ido poniendo personas concretas en nuestra vida que nos están ayudando a ello. En concreto, en el tema laboral, a nosotros nos han ayudado mucho las personas del Opus Dei que ya estaban en Riga cuando nosotros llegamos. Son mayormente españoles y a través de ellos me han llegado varias ofertas de trabajo que me han permitido trabajar allí casi desde el principio. Ahora mismo, trabajo como profesor de español en un instituto público y en un colegio privado.
6. ¿La precariedad económica os desanima?
Vivir en Letonia cuesta más o menos lo mismo que vivir en España, con la diferencia de que en Letonia los sueldos son un tercio de los españoles. Por ejemplo, el alquiler nos cuesta 450€ más unos 150€ de luz, agua y calefacción, y el sueldo de un profesor a tiempo completo son unos 600€. Explico esto para que se entienda qué es precariedad económica. Sin embargo, nunca nos ha faltado nada, ni para comer, ni para pagar el alquiler, ni para arreglar el coche ni para comprar ropa cuando ha sido necesario, ni para pagar los vuelos a España cuando hemos venido. Vivir en esta precariedad, en la que nunca tienes para nada, pero nunca te falta nada, nos ayuda a ver que es Dios quien lleva nuestra misión, quien nos mantiene allí y quien nos cuida, como dije al principio. Eso sí, Dios se vale de personas concretas para esto, no es que el dinero caiga de los árboles. A veces esas personas tienen nombre y apellidos y a veces no. Es un milagro, la verdad, pero es muy pedagógico vivir así. A nuestros hijos, especialmente a los mayores, les ayuda mucho para poder poner cada cosa en su lugar y para dar importancia a lo que verdaderamente la tiene.
7. Los mejores evangelizadores suelen ser los niños porque son los que van abriendo las puertas en el colegio, los amigos, con los médicos… ¿Cómo reaccionan ante una familia tan grande y todos pequeños?
Cada día que pasamos allí, tengo la sensación de que lo más importante de nuestra misión es llevar a nuestros hijos allí y luego Dios dirá y hará a través de ellos. Es exactamente como dices: ellos son los que más se relacionan con la gente de allí, los que hablan el idioma, los que explican de forma muy sencilla qué hacemos allí. En Riga hay bastantes niños, pero no hay muchas familias. Las mujeres tienen hijos porque el Estado te da una ayuda económica por ellos, pero muchos padres se marchan al extranjero para ganar dinero y la mujer termina encontrando otro hombre con el que tiene otro hijo y así sucesivamente. Es fácil encontrar una mujer con tres hijos cada uno de un padre. Por eso, cuando estamos juntos y se acercan a nosotros, la primera pregunta es si todos los niños son nuestros y la segunda es si todos son de los dos. Allí se piensa, como en España, que para tener muchos hijos hay que tener mucho dinero, así que cuando se enteran de cómo vivimos y de por qué estamos allí, se sorprenden mucho.
8. ¿Les está costando a los niños adaptarse a vivir en aquella sociedad?
El primer año fue el más complicado, especialmente porque no hablaban el idioma y porque las comidas del colegio o la guardería no les gustaban. Mi hijo Paco creo que estuvo todo el año sin probar bocado en la guardería. Sin embargo, ahora hablan el idioma están muy contentos en la escuela y muy integrados con los amigos. La verdad es que, como padres, eso te da mucha tranquilidad. Aunque, por supuesto, ya van teniendo ellos mismos sus propias persecuciones, que también es necesario, porque ellos son parte fundamental de la misión, y no hay misión sin persecución.
9. ¿Está fortaleciendo vuestra fe la experiencia de la misión?
Sin duda. En primer lugar, está fortaleciendo nuestro matrimonio y nuestra familia, y en segundo lugar este “vivir en precariedad” nos ayuda muchísimo a “vivir colgados de Cristo”. Una de las chicas que estuvo con nosotros un año siempre dice que ser cristiano en la misión es mucho más fácil que serlo en tu vida diaria en España. Yo no puedo asegurarlo, pero sí es verdad que en la misión, o estás agarrado a Cristo, o te mueres en el sentido de que no es posible vivir así sin Cristo. Y eso fortalece la fe, claro que sí.
10. Qué nos dirían Paco y Marivi para animarnos a vivir también en Pozoblanco la misión.
Dios es Amor, con mayúsculas, y llevar ese Amor a los demás es hacer misión. Para eso no hace falta estar lejos, se puede hacer también cerca. Todos estamos en misión, cuando trabajamos y cuando estamos de vacaciones, cuando tomamos una cerveza en un bar y cuando estamos en el parque con los niños. El Papa San Juan Pablo II decía que la familia es la célula fundamental sobre la que se construye la Civilización del Amor y por eso, cuando envió a las primeras familias en misión, dijo: “Familia en misión, Trinidad en misión”. Todos tenemos una familia donde vivir ese Amor y donde poder construir ese Amor. Si no estamos casados y vivimos lejos de nuestra familia de sangre, siempre tenemos esa otra “familia social” donde poder dar ese Amor. Pero es muy importante recordar que no podemos dar lo que no tenemos; para poder dar Amor, con mayúsculas, hay que recibir primero ese Amor, que es Cristo, y ese Amor, Cristo, está en la Iglesia.
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