PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

miércoles, 13 de junio de 2018

San Antonio de Padua, predicador itinerante: “El gran peligro del cristiano es predicar y no practicar, creer pero no vivir de acuerdo a lo que se cree”.

Felicidades a todos los "Antonio"
Uno de los santos más venerados de la Iglesia, aunque no siempre uno de los más conocidos. 

En 1195 nace en Lisboa y en el bautismo recibe el nombre de Fernando Martín. Se ordena sacerdotal en el año 1220, y entra a formar parte de la familia franciscana donde toma el nombre de Antonio por devoción a San Antonio Abad (gran monje del desierto). Predica a sus propios hermanos, a grupos de estudiantes, pronuncia discursos en sínodos, en reuniones monásticas, discusiones públicas, exhortaciones al pueblo e incluso ante la curia pontificia… Impactaban su santidad personal, su capacidad de persuasión y su enorme preparación bíblica. San Francisco de Asís lo nombró en 1223 primer profesor de Teología en la Orden. Señalándole que le agrada que enseñe teología a los hermanos, con tal que el estudio no apague el espíritu de oración y devoción… 

El 13 de junio de 1231, sintiéndose morir, pidió que lo llevaran a Padua, para estar con su comunidad a la hora del tránsito. Su entierro estuvo precedido de una serie de enfrentamientos y violencia: sectores de la población enfrentados, las monjas y los frailes y el obispo, por el sitio donde enterrarlo. Todos querían llevar su cuerpo. Finalmente se impuso el parecer de los frailes.

"¡Santo subito!". Su proceso de canonización ha sido uno de los más rápidos de la historia: duró menos de un año. Los milagros y la devoción de las gentes se multiplicaron, al tiempo que se multiplicaban las peregrinaciones a su tumba. 

En el traslado de los restos mortales de San Antonio a la nueva basílica construida en su honor, se encontró incorrupta la lengua del santo, que aún se venera en un relicario.

El 16 de enero de 1946, Pío XII declaró a San Antonio Doctor de la Iglesia, con el título de “Doctor Evangélico”, por su profundo conocimiento de la Escritura.

“Lo esencial es que el predicador ponga la Palabra de Dios en el centro de la propia vida, conozca bien a su pueblo, reflexione sobre los acontecimientos de su tiempo y, sobre todo que consciente de la propia pobreza espiritual, invoque al Espíritu Santo como artífice principal en hacer dócil el corazón de los oyentes"

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