En la Eucaristía, oculto a los sentidos pero no a la fe, está el Señor “mirándonos como a través de celosías” (Ct 2,9)

Estamos llamados a dar testimonio de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, cuya luz transforma el sufrimiento en ofrecimiento, el cansancio en alegría, la vida en tiempo para evangelizar.

El Señor nos ayude a anunciar en todo momento el Evangelio, el amor de Dios, con alegría y sin reserva, con fe y humilde obediencia, haciendo de las pruebas y las dificultades un motivo para gloriaros en nuestro Señor Jesucristo.