PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

viernes, 13 de abril de 2018

La mejor forma de evangeliza es con el testimonio personal. Aprovechemos la Pascua para compartir con los demás nuestra experiencia de Cristo Resucitado.

Alfonso y Dori
No siempre nuestros planes, nuestros proyectos se realizan. Y eso no supone que hayamos fracasado. Cuando se cierran unas puertas, Dios abre ventanas... Nuestros caminos no siempre son los caminos de Dios. Pero he aprendido a reconocer que Dios no se equivoca y que nuestra vida está en sus manos.

En los años de adolescencia escuché las catequesis del Camino Neocatecumenal, eso supuso para mí el encuentro con el amor de Dios. Fue una gran ayuda para hacer frente a  mis complejos, inseguridades, miedos… a los combates propios de la vida.

Yo estaba empeñada en mis planes de futuro: estudios, trabajo, familia… Pero  Dios tenía otros planes para mí: mis estudios fracasaron, el trabajo que planee salió mal y la familia a medias. El señor tenía para mí una vida mejor: un trabajo estupendo, un marido cristiano y maravilloso, el mejor para mí, pero no hijos, y me rebele, pedí explicaciones, porque tenía pasar por el sufrimiento de varios abortos.

Como quería tener hijos a toda costa busque todas las soluciones, y la única era una fecundación in vitro (tengo un problema de cromosomas y era imposible que terminara un embarazo), pero esa solución no lo aconseja la iglesia (por las consecuencias que conlleva la aplicación de esta técnica), a mí no me importó, pero a mi marido sí; lo hablamos los dos y al final lo dejamos, no me gustó mucho pero después le di gracias a Dios por poner Alfonso en mi vida, me ha corregido muchas veces estos años.

El remate de todo esto fue cuando quisimos adoptar un niño y  la administración dijo que no éramos aptos como padres adoptivos, me sentí mal, insultada y humillada y no entendía nada, lo vi todo negro era la última oportunidad que teníamos, ya no habría niños.
Durante todos estos años desde que nos casamos, yo estaba muy lejos de Dios, era feliz porque vivía para  mí, no necesitaba a nadie, yo era el Dios de mi vida.

Cuando salimos del edificio donde nos dieron la noticia de la no adopción, a pocos metros, cuando más desesperados estábamos nos encontramos con una iglesia, ni siquiera se su nombre, pero a mí me vino muy bien, entramos, nos sentamos y solo me salió llorar, ni siquiera rezar, pero si sentí alivio y paz, y fue ahí donde me acordé del amor de Dios, y de la historia que estaba haciendo conmigo. Y empecé a rezar y a pedirle que me ayudara a aceptarlo, a no dudar de Él nunca más.

Hace casi cuatro años me diagnosticaron cáncer de mama, por supuesto al principio no te lo esperas, es un palo y te sale la impotencia y llorar, pero en vez de revelarme, me salió rezar, pedirle a Dios que me ayudara durante todo el proceso y  no  me defraudó, estuvo conmigo todo el tiempo y de verdad que no fue tan  malo, que el Señor iba por delante de mí, en ningún momento me sentí sola. Yo rezaba. Todo lo viví como un regalo que el Señor me había dado para mi conversión, para ver que yo no soy la dueña de mi vida, que es Dios quien la da y quien la quita.

Hace casi un año me dijeron que el cáncer había vuelto y que tenía metástasis en la columna y además me rompí la cadera, me derrumbé, no podía creerlo, no sentí nada, no veía a Dios por ninguna parte, no podía rezar, a mí que siempre me había ayudado la oración, no me salía. Pero el señor como siempre, vino en mi auxilio y me fue levantando poco a poco, le costó trabajo pues no se lo puse fácil. Pero aquí me tiene, en palmito haciendo que la enfermedad se lleve más fácil, pudiendo vivir el día a día y poder ver que mi vida está bien hecha. La cruz pesa, pero es gloriosa porque Cristo ha vencido la muerte. Ha Resucitado, esa es mi experiencia.

Vivir la fe en la Iglesia, en una comunidad de hermanos aquí en la Parroquia, la oración, escuchar la Palabra de Dios, la eucaristía... es donde he recibido y recibo la gracia que me sostiene en mi debilidad.

Dorotea Hidalgo López


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