Alicia en Jujuy - Argentina |
Domingo XXIII
Del Evangelio según san Mateo (18, 15-20)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano.
Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.
Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»
Palabra del Señor
Comentario
Entre los que formamos la familia de la fe es mecesario superar un falso temor a que la corrección fraterna no sea bien recibida; que se produzca un distanciamiento, se pierda una amistad o el crearse enemigos. Siempre que estemos movivos por el amor al hermamo, no tengamos miedo.
Todos nos equivocamos, una y otra vez. Y nos cuesta admitirlo. En cambio, parece que juzgar, criticar, dar "consejitos"... a los demás nos resulta más fácil.
La Sagrada Escritura nos enseña que Dios se servía de los profetas, gente llena de fortaleza y de caridad, para advertir a su pueblo, incluso a reyes, cuando equivocaban el camino. “¿Quién más inteligente que David? y sin embargo, no se dio cuenta de que había pecado gravemente... Necesitó la luz del profeta y que sus palabras le hicieran caer en la cuenta de su falta. El Señor quiere que haya quienes vayan al pecador y le hablen de lo que ha hecho” (S. Juan Crisóstomo).
Jesús nos da varias claves para que nuestra corrección sea fraterna y efectiva. Es necesario tener libertad y confianza con la otra persona para poder señalar aquello en lo que se equivoca o está pecando. Si no existe un vínculo cercano con ella, una relación próxima y de afecto, la corrección será infructuosa. Sólo podremos corregirla si la consideramos como un hermano.
En el fondo, Jesús está hablando de la unidad. Cuando alude a la comunidad, está recordándonos que, si no hay amor, no es posible que se de la comunión.
Otra característica de la corrección fraterna es la discreción. De ahí que Jesús insista en el carácter privado, o entre dos o tres personas, a la hora de reprender. Sólo en última instancia se recurrirá a toda la comunidad, en publico, para amonestar al que se equivoca.
Por tanto, ¿hay que corregir? Sí. Pero, primero, hay que amar. Es el amor el que da autoridad para corregir. Sin amor, la corrección no tiene sentido y difícilmente será eficaz.
El evangelio tiene una segunda parte, tan importante como la primera: “Si dos o tres se ponen de acuerdo para pedir algo, mi Padre del cielo se lo dará”. La oración personal tiene un enorme sentido, porque enriquece nuestra relación con Dios. Necesitamos espacios de soledad e intimidad con él. Pero también es necesario aprender a pedir cosas junto con los restantes miembros de nuestra familia o comunidad.
La oración que la familia reza en común, es uno de los tesoros que hemos recibido para sacar abundante fruto y transmitirlo a las siguientes generaciones. Ya sabes: "familia que reza unida... "
La comunión es siempre un milagro, la comunión es siempre divina. Lo es la comunión nupcial del hombre y la mujer (a diferencia del deseo, meramente animal). Lo es la de los padres y los hijos, la de los amigos, la de los vecinos, de la Parroquia. La comunión es el modo de vida de Dios, que es Amor. Y es el modo de vida para el que estamos hechos. Por eso la comunión es algo que no nos podemos dar a nosotros mismos, que no podemos construir sin Cristo, sin el don de su gracia, sin su Santo Espíritu.
No hay comentarios:
Publicar un comentario