Ultimando detalles en la imprenta |
Aquí tenéis un pequeño adelanto.
Extracto del Prólogo:
Me sentí profundamente conmovido en el funeral de sus exequias, cuando vi en torno a su féretro multitud de gentes que querían darle el último adiós, hasta el cielo. Me conmovió especialmente cuando escuchaba el canto del Evangelio por parte del diácono Juan Antonio Cabrera Ruiz, un joven que D. Juan había bautizado y había “criado” en el seno de la Iglesia, en el seno de una familia cristiana, en el seno del Camino Neocatecumenal, y que ahora tomaba el relevo en el ministerio sacerdotal, pues hoy ya es presbítero. Como que se me hacía palpable esa sucesión ininterrumpida desde los Apóstoles hasta el presente, en una cadena de mediaciones para anunciar el mismo Evangelio a las sucesivas generaciones.
D. Juan Caballero ha sido un cura sencillo y humilde, como María de Nazaret, al servicio de las parroquias que el obispo le ha encomendado. En Pozoblanco ha dejado una huella profunda de servicio permanente, de acogida a todos sin acepción de personas, de entrega hasta el último momento de su vida sin conocer jubilación. Con actitud jovial siempre y con buen sentido del humor, ha sido como el buen olor de Cristo, que se entrega por sus hermanos, y cuyo recuerdo estimula a ser mejores. (Mons. Demetrio Fernández. Obispo de Córdoba)
Extracto de la introducción del libro:
Hoy escuchamos o leemos mejor a un testigo que a un maestro. Por eso este libro no es una teoría sobre el cristianismo, la Iglesia o simplemente sobre la vida de un cura. Es el testimonio de una vida cumplida.
Al leer la biografía, los escritos, homilías y testimonios que recoge el libro, encontramos a una persona que ha hecho de su vida un “servicio alegre” a Dios y a los hermanos. Muestra que ser cristiano es algo sencillo pero a la vez bastante revolucionario: dejar de considerarse el punto central alrededor del cual tienen que girar todos los demás. Este es el testimonio y la invitación del libro: hacer de tu vida un “servicio alegre” a los demás, pero también permitir que los demás te ayuden, que te regalen, te obsequien, te enseñen, te corrijan. Dejarse querer. Dice Don Juan en su testamento: “He vivido del amor de Dios y de mis hermanos con mi familia, con mis amigos, con mis compañeros, fieles parroquianos de tantos pueblos por los que he pasado y ejercido mi Ministerio”.
(Aníbal Cantero Rojas. Párroco de San Sebastián)
Ya tenemos un libro para el verano |
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