… Y volviendo a lo de paternidad responsable, tampoco lo es
buscar irresponsablemente embarazos en casos delicados de enfermedad, falta de
fuerzas o recursos para educar y criar a los hijos ya nacidos…y pensar que Dios
hará uno de sus milagritos no dándonos el hijo que hemos “encargado”. Aunque,
como el Papa dice, luego Dios ayudará, ayuda siempre y ayuda a todos.
Hablar de paternidad nos hace pensar en algo tan bello como que
los hijos son un tesoro. Y yo tantas veces los he considerado un problema.
Realmente, un hijo, una persona, nunca es un problema sino un regalo o a lo
sumo un misterio. Qué tesoro tan grande para unos padres ver a los hijos que
criaron tal vez con medios insuficientes, el poder contar con ellos, como si de
ángeles que les cuidan se tratara, en la vejez y en las canas, cuando ya
van faltando las fuerzas. ¿No te parece?
Me viene a la cabeza ese, no sé si es o no salmo, que dice:
“…Un don de Dios son los hijos;
recompensa es el fruto del vientre.
Son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.”
Si, es el salmo 126 o 127
Por supuesto que no somos “conejillos”, sin libre albedrío, animalillos que cuando están en celo no saben hacer otra cosa; nuestros embarazos no duran un mes, -¡mira tú qué pena!-; y a los pocos minutos de dar a luz que no te hablen de “apareamientos”. No, los católicos no somos como los conejos. Nos unimos por amor, y expresamos en ello nuestra intención de donarnos completamente, no a cachitos, y de donarnos siempre, no sólo en el lecho; y no cerramos la puerta a la vida en nuestros actos de amor, sino que amor y procreación van unidos... (continua)
Maricarmen Fernández
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