PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

viernes, 4 de noviembre de 2016

Reunión de Curas

Dicen que "pastores reunidos, ovejas muertas", pero no, no es el caso. Como todos los meses los sacerdotes de la zona de los Pedroches, el Arciprestazgo de Hinojosa del Duque y Pozoblanco-Villanueva de Córdoba, nos hemos reunido ayer en el Catecumenium de San Sebastián. ¿De qué se habla en estas reuniones? 

Lo primero, rezamos en presencia del Santísimo, una meditación hecha por uno de los sacerdotes para ayudar a la oración, para continuar luego con los puntos a tratar según el orden del día.
Estos encuentro favorecen la fraternidad, compartir recursos materiales y humanos,  facilitar la cura pastoral mediante una acción conjunta y articulada; temas de formación y programación de fechas, en este caso las celebraciones que tendremos, de la clausura del Año de la Misericordia que tendrá lugar en el santuario de la virgen de Luna, el próximo 13 de noviembre y la visita de la imagen peregrina de la Virgen de Fátima.





Os dejo la meditación de Don Fernando Martín, párroco de El Viso y Santa Eufemia:

PUNTOS DE ORACIÓN

 Estos días, la Virgen Peregrina está recorriendo nuestro arciprestazgo, estoy seguro que con mucho fruto. Todos, más que menos, conocemos la historia de las apariciones de Fátima. El mensaje se repite como una insistente melodía en otras apariciones en que la Virgen viene a visitarnos, como hiciera con su prima Isabel, para alentarnos, darnos esperanza y recordarnos cuáles son los medios para que la humanidad alcance la paz. Una paz que nace en el corazón del hombre y desde ahí se extiende a todas las estructuras de una sociedad herida de muerte. Además de a los tres pastorcitos en Fátima, la Virgen Stma. se aparecerá a Sor Lucía en Pontevedra (10 de diciembre de 1925). La Madre le muestra su Corazón cercado de espinas “que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme...” (Pide la reparación de los primeros sábados). Idénticas palabras a las que Ntro. Señor dirigiera a Sta. Margarita Mª. de Alacoque, refiriéndose a su Sagrado Corazón. Ambos Corazones, el de Jesús y María, aparecen juntos, y con los signos de la pasión, uno, y el otro con la espada profetizada por Simeón en el reverso de la Medalla que la Virgen nos entrega por medio de Santa Catalina Labouré en París en 1830 (Medalla Milagrosa). Todos entendemos la realidad simbólica de los Sagrados Corazones. Sabemos que el corazón es la sede simbólica de los afectos, la voluntad, de las aspiraciones más hondas del ser humano. Y lo es, no caprichosamente, como pueden serlo los colores de una bandera, sino porque es un elemento constituyente de nuestra realidad corpórea, más aún, como órgano vital. Y por eso mismo, esta realidad simbólica, es mucho más significativa, más expresiva y más objetiva que cualquier otro símbolo acordado para identificarnos como seres pertenecientes a un pueblo, una cultura o una religión. Por eso podemos decir con verdad: “Te amo con todo mi corazón”,o “se me rompe el corazón”. Precisamente porque no podemos dejar a un lado ni nuestra corporeidad ni nuestro espíritu en el acto mismo de amar: amamos con todo nuestro ser, sin excluir nada. Pero como la fuente del amor no está en el músculo, sino en el alma, se nos hace necesario el símbolo que va más allá de lo sensible, pero lo incluye, lo trasciende, pero lo integra. En este sentido, y por la Encarnación del Verbo, verdadero Dios y verdadero hombre, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, como dice Benedicto XVI, no es una devoción secundaria. Más allá de la imaginería sensiblera, estamos hablando del misterio del Dios humanado, que tiene corazón, que siente como nosotros: tiene miedo, tristeza, siente la soledad y la traición, se indigna, se compadece, es tierno. Así Jesús nos dice: “Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón”. Él mismo se apropia de una simbología que en realidad es expresión NECESARIA de su humanidad. En realidad, este Dios con corazón se nos muestra distinto de la elucubración filosófica, porque es más humano de lo que podemos imaginar, y esta humanización no quita nada a sus potencias divinas, sino que las hace más dulces, más cordiales, más accesibles (“El velo del templo se rasgó por medio” –Lc 23, 45) . A finales de los 90, en Buenos Aires, va a tener lugar un milagro Eucarístico. Una Hostia cayó al suelo al ser recepcionada en la mano, y ya no se dio para comulgar, sino que se depositó, como ha de hacerse en casos semejantes, en un vaso con agua en el Sagrario. Al poco tiempo, la Hostia, no se había desmoronado, sino que comenzó a volverse de color sanguinolento, hasta llegar a convertirse en carne. Comenzó la
investigación acerca del fenómeno, y analizaza por el Profesor Zugibe en Nueva York, un renombrado patólogo, cardiólogo y forense, concluyó que se trataba de tejido cardíaco de un varón que además había sido terriblemente maltratado, y que era tejido vivo, ante la propia sorpresa del Profeor, que desconocía el origen de la muestra. Todos conocemos esa preciosa canción que dice: “Hay un Corazón que late, que palpita en el Sagrario..” Realmente, el Corazón glorioso del Señor palpita en la Hostia Santa, porque esta realidad humana, como es el corazón, no ha sido eliminada, sino asumida por toda la eternidad. Entremos ahora en ese Corazón, descalzos. Cuando Jesús nos muestra su Corazón nos dice que sufre. Como cuando María nos muestra el suyo, como cuando llora en la Sallete. Nos dice S. Bernardo de Claraval: “Impassibilis est Deus, sed non incompassibilis”. Dios, decimos, no sufre. Sería contrario a su esencia. Dios es gozo eterno. Felicidad sin meridiano. Bienaventuranza infinita. Este es el Dios de la filosofía asumido por la teología (en cuanto a la esencia divina). Pero es el Dios de la Escritura? Puede haber oposición o diferencia en las potencias divinas del Dios de la razón y el Dios que se revela al corazón. O tal vez, no sepamos conjugar armoniosamente lo que como humanos sentimos – dolor y gozo- para proyectar en Dios algo que no nos parece propio de su esencia. Claro que Dios es suma felicidad. Y si es así, podría experimentar dolor? También las espinas que rodean su corazón en el monasterio de la Visitación ante los ojos de Sta. Margarita son puro símbolo? Se está refiriendo el Señor al dolor de la humanidad, que hace solidariamente suyo, aunque sin rozarle a Él lo más mínimo? El pecado, la injusticia, el hambre, la violencia, hieren realmente su Corazón, o se trata solo de un lenguaje accesible a nuestra fragilidad. No pretendo plantear un rompecabezas. Pero si nosotros tenemos mucho de Dios es porque Dios tiene mucho de humano, en el sentido óntico de la expresión. En Dios cabe el dolor, sin menguar su felicidad, entre otras cosas, porque el amor es personal, es decir, se dirige a un tú único; y cuando no hay correspondencia, no puede haber felicidad, salvo que adoptemos también para nuestra reflexión la ética de los estoicos. El Dios de la revelación que se nos ha manifestado en Jesucristo, pudo asumir nuestra condición porque le era no sólo compatible, sino propia (En el sentido de recapitulación de que nos habla S. Pablo en la carta a los Efesios 1, 10). El mismo que murió en la cruz, y sufrió todas las penalidades del hombre, en todo igual a nosotros menos en el pecado, ¿no es el mismo glorificado, que tiene sus llagas abiertas intercediendo por nosotros? ¿Es esto impropio de Dios? En la Sagrada Hostia está todo Dios, un Dios con corazón, un Dios al que podemos consolar o podemos ultrajar. En la Sagrada Hostia sangra el Corazón de Dios capaz de dolerse por mi ingratitud. Real y verdaderamente late, y gime como en Getsemaní, real y verdaderamente sufre este Sagrado Corazón. Y esto no tiene nada de simbólico, ni de adaptación pedagógica para gente sencilla, como una monja visitandina. ¿Va a sangrar una Hostia, o a convertirse en carne verdadera, como lo atestiguan los milagros eucarísticos o la vida de un Felipe Neri que comulgaba Carne real y sumía poco a poco Sangre verdadera del cáliz, para expresar simbólicamente un dolor que no le es propio?.¿Es que no se derrama sangre suficiente en la faz de la tierra para que no entendamos el dolor de los hombres?. ¿O es que es también real y verdaderamente el dolor de Dios? El reino de Dios vendrá por el triunfo del Corazón Inmaculado de María y el Corazón Eucarístico de Jesús. Y la batalla contra la Iglesia quiere bombardear lo más Sagrado, el
Tesoro que la hace rica, y el alimento que la mantiene en pie. El enemigo ha entrado como caballo de Troya, minando la fe en la Eucaristía. El racionalismo no deja lugar a Dios, porque Dios es Corazón. Y el corazón tiene razones que la razón no entiende. En este sentido es urgente que en nuestros planes pastorales prime la piedad eucarística. Contamos con un copioso material catequético y pedagógico para los niños y los jóvenes, pero hemos obviado algo tan importante como es el lenguaje gestual, la expresión litúrgica, necesaria como seres corpóreos, en referencia a la Eucaristía. ¿Educamos a nuestros catecúmenos en la “urbanidad” del templo? ¿Enseñamos a los fieles la gestualidad que exprese una verdadera reverencia y adoración al Santísimo Sacramento del Altar? ¿Llevamos a cabo las disposiciones del Misal Romano y de documentos como Ecclesia de Eucaristía, sobre la manera de recibir la Sagrada Comunión? Estamos asistiendo a una desacralización del misterio de la Eucaristía, que tiene consecuencias graves. ¿Que puede percibir un niño o un joven cuando se recibe al Señor sin ninguna expresión que diga sobre el Misterio que celebramos, sin cuidado alguno para evitar la cosificación de la Eucaristía, como si recibiésemos algo inerte? A este respecto me parece interesante el libro de Mons. Atanasius Schneider, Dominus est.

También vosotros queréis marcharos? (Jn 6, 66-67)

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