El vicario episcopal de la Sierra acompañado por los sacerdotes de la zona |
Hoy en el Santuario dedicado a la Santísima Virgen nos hemos reunimos para agradecer todo lo bueno recibido en este Año Jubilar de la Misericordia.
Textualmente dice nuestro Papa Francisco que: "Reconocerse pecador es una gracia que hay que pedirle a Dios. Nosotros, lo máximo que reconocemos es que hemos cometido errores y que somos limitados, pero reconocerse pecadores, la vergüenza de tener el corazón hecho trizas, es una gracia que hay que pedir".
El lugar elegido para esta celebración es único: La ermita de la Santísima Virgen de Luna, situada en el corazón de nuestra dehesa.
Entre esas viejas encinas nacieron y crecieron nuestros pueblos. Ellas, estas viejas encinas, han sido su riqueza, su trabajo y su medio de vida fundamentalmente.
Cualquier otra ermita de nuestra zona podía haber sido elegida, pues todas tienen su encanto y todas reciben el cariño y la devoción de sus hijos.
¡Madre de Misericordia ... y vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos! decimos al rezar la Salve.
Nos hemos reunimos de diversos pueblos, nuestro origen puede ser distinto pero el punto de unión "es siempre el mismo: La Virgencita, símbolo de la unidad espiritual, anclada en la memoria de nuestro pueblo". Son palabras también de nuestro Papa Francisco, refiriéndose a la ciudad de Buenos Aires y que podríamos trasladar a nuestra tierra.
Todos unidos bajo la mirada de Nuestra Madre que nos muestra a su Hijo lleno de Misericordia, de entrega y dispuesto a perdonar; esperando de nosotros también misericordia:
"... Tuve hambre y me disteis de comer;
tuve sed, y me disteis de beber;
era forastero, y me acogisteis;
estaba desnudo, y me vestisteis;
enfermo, y me vinisteis a visitar;
en la cárcel, y acudisteis a mí. (Mt 25,35-36)
Mané
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