PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

viernes, 18 de marzo de 2016

Viernes de Dolores, la piedad cristiana consagra a la memoria de los dolores que la Virgen María sufrió al pie de la cruz


Jesús, después de haber confiado el discípulo Juan a su madre con las palabras: "Mujer, he ahí a tu hijo", desde lo alto de la cruz se dirige al discípulo amado, diciéndole: "He ahí a tu madre" (Jn 19, 26-27). Con esta expresión, el Señor revela a María su maternidad universal: en cuanto madre del Salvador, también es la madre de los redimidos, de todos los miembros del Cuerpo de Cristo, de la Iglesia.

Jesús no sólo pide a Juan que cuide con particular amor de María; también para que la reconozca como su propia madre. Ojalá que todos descubramos en las palabras de Jesús: "He ahí a tu madre", la invitación a aceptar a María como madre, respondiendo como verdaderos hijos.

 A la luz de esta entrega al discípulo amado, se puede comprender el sentido auténtico del culto a la Santísima Virgen María, en la Iglesia. Nuestra devoción, nuestro culto a la Virgen no es sólo fruto de una iniciativa espontánea de los creyentes ante la importancia de su papel en la obra de la salvación; se funda en la voluntad del Señor. "He ahí a tu madre" expresan la intención de Jesús de suscitar en sus discípulos, en nosotros una actitud de amor y confianza en María, reconocer en ella a la madre, madre de Dios y madre nuestra.

La experiencia de la piedad cristiana enseña que María es el camino que lleva a Cristo y que la devoción filial dirigida a ella no quita nada a la intimidad con Jesús; por el contrario, la acrecienta y la fortalece.

 "Y desde aquella hora el discípulo la acogió entre sus bienes" (Jn 19, 27)… En efecto, la expresión griega, traducida al pie de la letra "entre sus bienes", no se refiere a los bienes materiales, dado que Juan -como observa san Agustín - "no poseía nada propio", sino a los bienes espirituales o dones recibidos de Cristo: la gracia (Jn 1, 16), la Palabra (Jn 12, 48; 17, 8), el Espíritu (Jn 7, 39; 14, 17), la Eucaristía (Jn 6, 32-58)... Entre estos dones, que recibió por el hecho de ser amado por Jesús, el discípulo acoge a María como madre, entablando con ella una profunda comunión de vida (Juan Pablo II, Redemptoris Mater, 45).


Acojamos a María en nuestra casa y dejemos  espacio para ella en nuestra vida diaria. Que nunca nos falte tiempo para rezar el Rosario, la Eucaristía los Domingo, las obras de caridad hacia los pobres y los que sufren en el cuerpo o en el espíritu…


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