PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

sábado, 10 de octubre de 2015

Domingo XXVIII. El ciento por uno

Lectura del santo Evangelio según san Marcos   10, 17-30 

Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre» El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud» Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y da el dinero a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme» El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!» Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios» Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?» Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, por­que para él todo es posible» Pedro le dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido» Jesús respondió: «Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna»


   Antonio, un cristiano egipcio, había heredado una considerable fortuna a los veinte años, cuando sus padres murieron. Quedó con una hermana a su cargo. Seis meses después, entrando en una iglesia, justo le tocó escuchar el evangelio de hoy: “ve, vende lo que tienes y da el dinero a los pobres ”.
Se sintió profundamente aludido. Volvió a su casa, regaló a sus vecinos lo mejor de sus tierras. El resto lo vendió y repartió el dinero a los pobres. Solo conservó lo estrictamente necesario para él y su hermana. Poco después, oyendo en la iglesia el comentario de las palabras de Cristo: “no os preocupéis por el día de mañana…”, distribuyó también lo poco que se había reservado para él y se retiró a la soledad, al desierto.

   Allí comienza, hacia el año 275, la vida eremítica el que sería uno de los grandes fundadores de la tradición monacal cristiana: San Antonio Abad.

   ¡Tantos personas han reaccionado así frente a las palabras del Evangelio y cambiaron sus vidas y la historia, y recibieron el ciento por uno! Entre ellos, también el muy conocido, hijo del rico comerciante Pedro Bernardone, Francisco, que luego será San Francisco de Asís, quien recibió el mismo impulso al escuchar exactamente el pasaje que novecientos años antes había conmovido a Antonio.

  Pero también hay que decir que los grandes santos de la Iglesia defendieron la legitimidad del ‘recto uso' de las riquezas. Entre ellos el gran  Santo Tomás de Aquino y San Buenaventura un hijo espiritual del “poverello de Asís”.

   Por supuesto que, si alguno siente -a la manera de Antonio y de Francisco- una llamada interior especialísima a regalar todos sus bienes a los pobres, puede y, a lo mejor, debe hacerlo. Pero Jesús no condena las riquezas y los bienes terrenos por sí mismos. Entre sus amigos, están, también, José de Arimatea, “hombre rico” (Mt 27,57) y Zaqueo, a quien declara que “ha llegado la salvación a su casa” (Lc 19,9), aunque mantiene la mitad de sus bienes, que no sería poca… Lo que el condena es el estar aferrado al dinero y a los bienes y no tener tiempo para Dios, el hacer depender de ellos la propia vida y “atesorar riquezas para sí” (Lc 12,13-21).

   Lo triste, por no decir trágico, de un cristiano es cuando su esperanza, su fe y su amor ya no están puestas en Dios, sino en el dinero. Se realiza una siniestra inversión de la fe. Dice la Palabra de Dios: “Nada es imposible para Dios” “Todo es posible para quien cree” “Todo lo puedo en Aquel que me conforta”. 

   Pero nosotros decimos: “todo es posible para quien tiene dinero”. Y todos los hechos parecen darnos la razón.
La avaricia, el amor al dinero es una fuente de agobios, y el avaro es una persona infeliz; desconfiado de todos… y nunca tendrá lo suficiente para quedar satisfecho.

    El evangelio nos ofrece otra cosa. Cristo viene a proponer ‘otra' posibilidad a la de ser ‘buena persona' (no robo, no mato… me porto bien), o poner la fe en el dinero. “Solo Dios es Bueno”. Él es nuestro bien, la única riqueza que vale la pena. Solo Él es la vida eterna, la Felicidad infinita que deseamos, la gran belleza que buscamos. La Fuente de todo gozo y alegría.

No te vayas pesaroso y triste… Esto es BUENA NOTICIA


No hay comentarios:

Publicar un comentario