PARROQUIA SAN SEBASTIÁN DE POZOBLANCO

miércoles, 30 de enero de 2019

La vida del matrimonio y la familia es un pozo de felicidad, aunque no esté exento de dificultades.

Preparando el matrimonio.
“El hombre no puede vivir sin amor”, repetía Juan Pablo II, y lo explicaba por qué: “su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y hace propio, si no participa en él vivamente”. Nuestra vocación es al amor, lo tenemos gravado en nuestro ser, y es aquí donde se pone en juego nuestra felicidad personal y el cimiento de nuestros pueblos y ciudades.
En esta vida podemos permitirnos fracasar en muchos proyectos y deseos, pero ninguno de estos fracasos tendrá consecuencias tan lamentables como fracasar en el amor. Sabemos que el corazón del hombre y de la mujer están diseñados para la entrega fiel, generosa, fecunda. Sabemos que el amor para siempre existe, a condición de que estemos dispuestos a cuidarlo, y los ejemplos de ello abundan.
Amar se aprende. Y en este aprendizaje tenemos un maestro: Jesucristo, porque Dios es AMOR. Como consecuencia del pecado, todos somos víctimas de una inclinación fuerte y profunda al egoísmo que nos incapacita para una convivencia estable y duradera. Por ello necesitamos encontrarnos y conocer a Cristo, un amor que sostenga nuestra vida y nuestra alegría. Los sacramentos: el matrimonio, la eucaristía, la penitencia…, nos facilitan el encuentro con Jesucristo.
La vida del matrimonio y la familia es un pozo de felicidad, aunque no esté exento de dificultades. La santidad tiene múltiples caminos, el matrimonio y familia es uno de los más entretenidos…

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